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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis real

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido tajantemente de los riesgos de una recesión mundial sobrevenida por la crisis financiera iniciada en los mercados asiáticos y en Japón. En términos políticos, puede decirse que su informe previo a la asamblea que se inicia hoy es la confirmación oficial y notarial de lo que ya se sabía o intuía; es decir, que la crisis financiera tiene posibilidades de devenir en una crisis de la llamada economía real. Como prueba de que la amenaza recesiva es seria, el Fondo ha rebajado las previsiones de crecimiento mundial para este año del 3,1% al 2% y del 3,7% al 2,5% para 1999. Este drástico retroceso indica la profundidad del pesimismo del FMI; pero es muy importante que haya establecido grados diferentes de resistencia a la convulsión financiera. Su presunción de que América Latina, Japón y el sureste asiático y Rusia son las zonas más afectadas, mientras que Europa y Estados Unidos permanecen relativamente resguardados, refleja, al menos, hechos probados hasta el momento.Las conclusiones del informe sobre la economía española son ambiguas, pero con un cierto sesgo a empeorar las predicciones del Ejecutivo y a empañar la línea optimista seguida hasta ahora. El FMI rebaja de forma casi testimonial la previsión oficial de crecimiento en una décima, hasta el 3,6%. Pero la consideración más relevante sobre España es que sitúa a la economía española en una fase más avanzada del ciclo económico, próxima a su plena capacidad de producción. Así se explica la aparente contradicción de que el Fondo espere un crecimiento mayor para este año que el que pronostica el Gobierno, que rebaje, sin embargo, el crecimiento esperado para 1999 y que enfríe el entusiasmo oficial con predicciones peores en inflación (2,4% frente al 1,8% del Presupuesto) y en tasa de paro (18,3% frente al 17,4% previsto por el Ministerio de Economía). En un periodo avanzado del ciclo, las probabilidades de calentamiento son superiores, sobre todo cuando el Gobierno se dispone a aplicar una reforma fiscal que introducirá en el circuito del consumo unos 350.000 millones de pesetas. El empeoramiento de la tasa de paro es la consecuencia lógica de la rebaja de las previsiones de crecimiento.

El informe del FMI no deja en buen lugar la política presupuestaria del Gobierno. Confirma indirectamente que hubiera sido más prudente apostar por una tasa de crecimiento menor, calcular una recaudación tributaria más baja y confiar menos en los ahorros procedentes de los menores costes de protección social -de la protección al desempleo, por ejemplo- que pueden no producirse. Es correcto suponer que el descenso de las retenciones apuntalará el consumo; pero si se elige ese vector para sostener el crecimiento, también es recomendable moderar las previsiones de descenso de la inflación.

El mayor contraste entre el FMI y la actitud del Ejecutivo ante la crisis -que se refleja nítidamente en el Presupuesto- se da en que los responsables de la economía española actúan como si estuvieran en posesión de una coraza de protección contra la onda recesiva, y que parecen considerar la excelencia de los indicadores como una foto fija impermeable a los efectos de la incertidumbre en las decisiones de inversión, que son los multiplicadores reales de la crisis financiera. No son tácticas recomendables.

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