¡Que viene El Juli!
El que avisa no es traidor: que viene El Juli. Y viene arreando. Decirlo así es una ordinariez; se reconoce. Decir en la vida civil que alguien viene arreando puede resultar ofensivo, no por nada sino porque sólo arrean los muleros cuando gritan ¡arre! En los toros es distinto. El vocabulario taurino, y su jerga, admiten estas licencias. Cualquiera puede exclamar en una plaza "¡cabestro!", y nadie se da por aludido. Normalmente. Uno, si figura, visto cómo viene El Juli, se apretaría los machos.Uno, si figura, estaría deseando que tomara la alternativa para darle un repaso. Lo que hacía Joselito -el genuino: el Gallo- que en cuanto alguien despuntaba y oía comentar a los taurinos que venía dispuesto a acabar con el cuadro, decía: "Que me lo pongan". Él mismo llegó pidiendo guerra, y al propio Bombita, que mandaba en el templo de la tauromaquia -Mariano de Cavia lo tenía designado Papa-, de poco lo echa de España.
Ruiz / Martínez, Contreras, Juli
Novillos de Juan Antonio Ruiz, terciados, flojos, manejables; 6º encastado y noble. Curro Martínez: estocada corta baja perdiendo la muleta (silencio); dos pinchazos perdiendo la muleta -aviso con dos minutos de retraso-, pinchazo tirando la muleta, rueda de peones y estocada corta atravesada baja (silencio). Juan Contreras: dos pinchazos y estocada desprendida (silencio); estocada corta perpendicular descaradamente baja y cinco descabellos (silencio). El Juli: bajonazo (oreja); pinchazo hondo desprendido en la suerte de recibir y descabello (dos orejas); salió a hombros.Plaza de Colmenar Viejo, 3 de septiembre. 6ª y última corrida de feria. Media entrada.
Un verdadero alboroto armó El Juli en Colmenar. No por la lidia de su primer novillo, que era gato y de los inválidos, con el que las intervenciones capoteras le salieron torcidas y las muleteras se limitaron a porfiar muy de cerca su catatónico estado. Sí por la del sexto, que lucía cierta presencia y sacó casta brava, y con el que estuvo deslumbrante.
Deslumbrante en un quite por faroles; acaso la versión de estos barrocos lances más perfecta y bonita que uno haya visto de muchos años acá. Bastante mediocre en su intervención banderillera, quizá porque nadie es perfecto. Y deslumbrante de nuevo en el tercio de muleta, por la técnica, la imaginación y el gusto con que fue desgranando un repertorio variadísimo, acoplado en cada momento a los cambiantes estados de la res, hasta darle muerte bravamente, bellamente, en la suerte de recibir.
Diríamos de los ayudados que los clásicos llamaban doblones si el diestro los ejecutaba con hondura; diríamos de los cambios de mano, de los trincherazos y de los pases de la firma; diríamos de los ceñidos pases de pecho, con cualquiera de las dos manos, y sólo podría entenderse esta relación desde el arte y desde la torería.
Torería fue lo que hubo principalmente a lo largo de la faena de El Juli. La torería -esa condición indefinible, esa virtud excelsa- que prende en los públicos y los transforma como si los hubiera sacudido el alma una fuerza sobrenatural.
Hubo también carencias y defectos que, si bien se mira, fueron asimismo de bulto. He aquí un enunciado de los cargos: para el toreo considerado fundamental -los dos pases, se quiere significar- se le notaba una descorazonadora predisposición a descargar la suerte; no toreó por naturales ni reunido ni templado. La encastada nobleza del novillo reclamaba aquí mejor arte.
Curro Martínez y Juan Contreras, con quienes alternaba, estuvieron a otro nivel. Pegapases consumado Martínez, acelerado Contreras, aunque este novillero fue el que interpretó con mayor pureza el toreo a la verónica. Claro que ya se verá cuando se placeen pues acaso sólo sea eso lo que les falta. Ni uno ni otro han toreado tanto como El Juli. El Juli ha hecho prácticas intensivas y está a las puertas de la alternativa. También está a las puertas de Madrid, donde se las entederá, de aquí a nueve días, con seis novillos, seis, y será su prueba de fuego. Ojo, que viene, que viene...
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