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Tribuna:Verano 98Andalucía de la A a la Z
Tribuna
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Vargas: el tinto es básico

ILUSTRACIÓN: ALFREDONo se habla aquí de apellido tan castizo y lorquiano, ese Vargas que jalona a bailaoras de trapío y toreros de enjundia. No se trata de ese Vargas que es el único nombre propio al que los académicos le dan cabida en la caseta que la letra V ocupa en el diccionario. Un honor que lo convierte en santo laico de los detectives, desde Philip Marlowe a Pepe Carvalho. Averígüelo Vargas es una fórmula que se utiliza "cuando alguna cosa es difícil de averiguar" y se debe al empeño que en las diferentes averiguaciones ponía don Francisco de Vargas, alcalde de corte al servicio de Isabel la Católica. Este Vargas tiene un origen no menos rocambolesco. Es uno de los muchos nombres que por estos lares se le da al tinto de verano, que debe figuran con todos los honores en el podio de los grandes inventos. El vino quita las penas, aviva el ingenio y el lenguaje. Hay un tinto gaditano al que le dicen penalti y otro en un histórico santuario sevillano, El Rinconcillo, conocido como el coronel, un tinto sublime a la par que peleón, un coronel que sí tiene quien lo beba. Y el morapio rotuló un bar ya desaparecido en Triana y lo escanciaba Venancio en su taberna de Pica-Lagartos para que Max Estrella y su cortejo valleinclanesco se lo bebieran en Luces de bohemia. El Vargas lleva deformadas las iniciales de sus componentes: Vardepeñas y Gaseosa. Ésa es al menos la versión que defiende Felipe Alcaraz, que dice haberlo probado en sus años mozos en Córdoba, aunque también tiene buen predicamento en Granada. En algunos pueblos de Jaén, caso de Torredelcampo, cuna de Juanito Valderrama, le llaman Gasapón, según testimonio del escritor Juan Eslava Galán. En Motril le añadían al vino una gaseosa autóctona, el Sanitex, que ya desapareció pero permanece viva como gentilicio capitalino: así llaman en este paraíso del Ron Pálido a los de la capital, Sanitex, por su afición a llevarse de casa hasta los bocadillos y gastarse sólo en la playa el duro que costaba la botella de la susodicha gaseosa. El tinto de verano daba un salto churrigueresco cuando a la gaseosa en el mágico tinte le añadían vino dulce. El resultado era el follasa. "Un follasa que no esté muy cargado para el niño", decía el padre del testigo en la peña taurina Paco Camino de Granada.

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