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Santos Juliá define la figura del intelectual en el año 1898

El historiador y catedrático de la UNED Santos Juliá afirmó ayer en Ávila, en un curso dedicado a estudiar la Generación del 98, que no ha desaparecido el intelectual, sino que ha desaparecido el intelectual "como conciencia moral de una sociedad", tal como comenzó a concebirse con la generación de la que ahora se cumple un siglo. "El último que intentó ser, y llamarse a sí mismo conciencia moral de nuestro tiempo, fue José Luis López Aranguren en España, como Jean Paul Sartre en Francia y Noam Chomsky en Estados Unidos"Santos Juliá dijo que la desaparición del intelectual, como conciencia moral de su sociedad, se debe a una razón muy sencilla: "Para ser conciencia moral de una comunidad se debe pertenecer a una sociedad analfabeta".

"Una sociedad alfabetizada, con un sistema educativo masificado y con un acceso a la Universidad, propio también de grandes masas de la población, no necesita profetas que le estén sirviendo de conciencia moral", sino la existencia de espacios públicos de debate en los que "ninguna voz puede aspirar a ser la voz de la conciencia de nuestro tiempo, en el sentido en que Aranguren, Pío Baroja, y Laín Entralgo y Ortega entendían esa expresión".

Juliá añadió que, en la actualidad, "lo que importa es la riqueza del debate más que la figura del gran intelectual que distinga entre el bien y el mal, una riqueza de la esfera pública en la que debaten muchas voces, por lo que ninguna puede aspirar al monopolio de la palabra, y por tanto, de la razón".

Conciencia de multitud

Santos Juliá, que inauguró el curso de verano de la UNED titulado El 98, cien años después, destacó a "la figura que aparece al final de siglo, que antes era el adjetivo intelectual, como sustantivo intelectual, como conciencia de la comunidad en la que vive, primero en Francia y luego en nuestro país". Miguel de Unamuno y Ramiro de Maeztu "son los primeros que utilizan esa expresión de sustantivo intelectual, queriendo decir que hay un tipo de personas que tienen una presencia política definida, que no son los políticos tradicionales ni líderes populares, sino una especie de conciencia de la multitud"."A partir de ahí se define la nueva presencia de los literatos como intelectuales y se derivan unas consecuencias políticas que en la Generación del 98 se pueden considerar como una manifestación de la protesta, que afecta a toda la sociedad", dijo, para añadir que "desde el 98 ningún intelectual se ha enfrentado a la política sin primero dialogar con esa primera presencia de los literatos que se convierten en intelectuales".

Al 98 le siguió la Generación del 14, que supone que Ortega y Gasset afirma una nueva presencia del intelectual en la política, y luego la Generación del 27, que, de nuevo, y no por casualidad, se afirma en la política reflexionando sobre el significado del 98, añadió el historiador.

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