¿Sanches, Gonsales y Martines?
Es un proyecto de decreto. Va de la adecuación de nombres y apellidos al catalán.Consta de tres modestos artículos que ya han suscitado polémica y encrespado los ánimos Sus detractores han hablado de limpieza de linaje" y de "esperpento" perpetrado por "talibanes". Su principal defensor, el Departamento de Cultura, guarda un prudente silencio. Ni los socios de CiU en la empresa de dar una mayoría confortable a la ley del catalán -el PSC e IC- ven maldad alguna en el proyecto. Se trata, dicen, de que apellidos escritos tradicionalmente con grafía castellana puedan volver, si así lo desea la persona afectada, a su versión catalana. "Este decreto pretende que un apellido como Suñé pueda volver a escribirse Sunyer, o quien se llame Farré pueda pasar a ser Ferrer", declararon fuentes del PSC. Por parte del Gobierno de CiU, se asegura que se trata de agilizar los trámites, que en la actualidad duran alrededor de seis meses y precisan numerosos requisitos. El meollo del decreto "por el que se regula la acreditación de la corrección lingüística de los nombres y apellidos", según reza el título, es su artículo 2 apartado 1: "La forma normativamente correcta en catalán de los nombres y apellidos se acredita mediante un certificado en el cual ha de constar que la forma propuesta se adecua a la normativa del Institut d"Estudis Catalans (IEC)". Diversas fuentes de la sección filológica del IEC consultadas por este diario aseguran que su misión no es traducir apellidos, aunque en algunos casos hay documentación al respecto en el diccionario catalán-valenciano-balear Alcover-Moll y en diversos estudios. "Dependerá de los casos que se presenten, nosotros no somos políticos", declaró uno de los lingüistas del IEC. Por tanto, no están cerrados a la traducción. Ha habido incluso quien ha sugerido la elaboración de una lista de equivalencias entre apellidos para ahorrar trabajo. Pero los expertos, por el momento, rechazan la lista de linajes. La cautela, no obstante, se expresa por boca de unos expertos asustados por la polémica política. Prefieren la seguridad del anonimato mientras el decreto no salga a la luz. Los cambios, obviamente, se realizarán por voluntad del interesado. Hasta aquí todos de acuerdo. La polémica, no obstante, surge con la siguiente pregunta: ¿podrán los Sánchez, Rodríguez, Martínez o Pérez cambiarse su apellido por sus traducciones catalanas como Sanxis -¿o Sanchís?-, Peris, Roderic o Martí? Traducción imposible "Los apellidos no tienen traducción posible", asegura un reputado filólogo. "Somos un país bilingüe y con una cultura subordinada; tendríamos solución si perteneciéramos a una lengua que se siente moralmente segura, como el inglés, el francés o el castellano, en las que adecuas el apellido y ya está", agrega el lingüista. Pero en Cataluña se conoce el castellano y el catalán no es una lengua moralmente segura. El filólogo Joan Solà, en una serie de artículos publicados en el diario Avui, apuntaba el pasado mes de enero algunas de estas cuestiones. "Nos es imposible conocer la verdad filológica de los apellidos". "No podemos recurrir", agregaba, "al criterio de la catalanidad, porque es imposible saberla en la inmensa mayoría de los casos; no hay ningún criterio matemático para decidirla". Otro lingüista detractor de la traducción de apellidos aseguró que el propio Pompeu Fabra en sus Converses filològiques se mostraba contrario a la conversión de los Pérez en Peris y agregó: "Acogerse a la autoridad del Alcover-Moll es una tontería porque parte de ejemplos que pueden no ser válidos hoy día". En todo caso, añade el filólogo, "a lo único que podemos aspirar es a llamarles Sanches, Gonsales y Martines, y quizá a escribir, si ellos quieren en catalán, Sànchez o Gonzàlez". El anonimato de los filólogos obedece a la polémica pública que ha abanderado el Partido Popular y que ha encontrado amplio eco en los diarios El Mundo y Abc. Hace unos días el presidente del PP catalán, Alberto Fernández Díaz, calificaba de "esperpento" el proyecto de decreto. "Una cosa es corregir la ortografía y la morfología de apellidos catalanes que en su momento fueron modificados, y otra cosa es traducir apellidos como Pérez y Sánchez", declaraba Fernández Díaz. El dirigente popular recordaba que en castellano Pujol sería Colina; Serra, Sierra, y Colom, Palomo. Más allá de estas declaraciones, Francisco Maruhenda, jefe de gabinete del ministro de Administraciones Públicas, Mariano Rajoy, escribía en Abc un artículo titulado Las obsesiones de talibanes y correveidiles en el que decía: "Llegaremos a la situación grotesca de que algunos sentirán vergüenza de llevar el nombre de sus padres". Sin embargo, la reflexión más dura partió de la pluma de Federico Jiménez Losantos. "Pujol instaura la limpieza de sangre a simple vista. Se sabrá por el nombre y apellidos los que son o quieren ser catalanes de verdad y los que no. Claro que cuando todos se catalanicen, habrá que averiguar el árbol genealógico de quien aspire a un cargo público. Si no fuera para discriminar, ¿qué sentido tendría establecer linajes catalanes viejos y nuevos o conversos? Ya hay racismo lingüístico. Ahora, Inquisició". A ese análisis, Jiménez Losantos le ponía un paisaje apocalíptico, pues esa "limpieza" llega "tras la prohibición de la enseñanza de la lengua española, tras la persecución del español en la Administración pública, tras establecer incluso multas para quienes no utilicen el catalán en rótulos y envases comerciales...".
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