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Manuel Toledano filma el ajetreo de una discoteca neoyorquina

La película española se estrena el viernes

Elsa Fernández-Santos

Unos días después de terminar el rodaje de Cuernos de espuma, dos de sus intérpretes golpearon, asfixiaron y, después de tener una semana el cadáver en la bañera, descuartizaron a su camello habitual. Inevitablemente, el suceso forma parte de la expectación que ha despertado la película, la primera de Manuel Toledano, de 23 años, rodada íntegramente en 1996, en una discoteca de Nueva York. Un retrato (casi documental, según su director) de los club kids (chicos de discoteca) neoyorquinos que -a pesar del suceso- pretende reflejar sin dramatismo el mundo de la noche y de la droga.

Cuernos de espuma, que se estrena el viernes en España, transcurre durante una noche en la macrodiscoteca Limelight de Nueva York. Rodada integramente en Nueva York, en inglés y con actores no profesionales, la película -producida por Elías Querejeta- mezcla un argumento de ficción con la vida de personajes reales. «Quería retratar un mundo alternativo, pero sin sermones, simplemente dar constancia de que existe una forma de vida que no todo el mundo conoce», señala Manuel Toledano. «Una vida que, además, desde la llegada del nuevo alcalde, Rudolph Giuliani, ha desaparecido completamente».Toledano llegó a Nueva York con 17 años y desde que entró por vez primera vez en una macrodiscoteca sintió que allí estaba la historia que quería contar: un mundo de drag queens, de ropa excéntrica como única señal de identidad, de música y de drogas de todo tipo consumidas con naturalidad y en público. «Iba muchas noches: Me encantaba. Algunas hasta llevaba un cuaderno para tomar notas... Para mí era un mundo muy feliz, con mucho talento y creatividad. No creo que sea una historia dura, como dicen quienes conocen ese mundo. Hasta es una película divertida».

Toledano reclutó en la discoteca a los protagonistas de su película, entre ellos Michael Alig y Robert Riggs, que se autointerpretan y que hoy están en la cárcel acusados del asesinato del camello Ángel Meléndez, un colombiano de 26 años que les vendía la heroína que consumían a diario. Riggs y Alig -que tiraron el cadáver de Meléndez al río Hudson en una caja de cartón- fueron detenidos cuando la caja apareció en una orilla de New Jersey. «Le metieron en una caja de cartón de cera, que no se hundió», explica el director. «Michael Alig era un personaje muy conocido en la noche de Nueva York, podía ganar hasta 400.000 pesetas cada noche por organizar una fiesta. Pero la heroína le mantenía en un estado de ilusión continua que podía ser terrible. Poco después del asesinato, y cuando todavía no le habían condenado, vino a mi cumpleaños y me dijo: "te quejarás de la publicidad que le estoy dando a tu película". Seguía en el limbo, sin contacto con la realidad».

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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