Los escritores derriban la barrera del Atlántico

El I Salón del Libro Iberoamericano, clausurado ayer en Gijón, desbordó las previsiones más optimistas. Sólo su mentor y director, el escritor chileno Luis Sepúlveda, había pronosticado que el gremio literario apoyaría firmemente el certamen, una vez tuviera ocasión de comprobar la seriedad de la apuesta. «Hemos demostrado que esto no es una fanfarria y será a partir de ahora cuando las expectativas crecerán», palabras de Sepúlveda, entresacadas de las conclusiones del Salón, en el que un centenar de escritores y editores hablaron de literatura y mercados.

El encuentro de Gijón generó un convenio editorial entre empresas editoras de España y Latinoamérica para romper el aislamiento secular que existe a ambos lados del Atlántico. Con base en España se pondrá en funcionamiento una empresa importadora de libros de Hispanoamérica, que se encargará de distribuirlos en las principales librerías europeas.Además, en Gijón se firmaron 26 contratos editoriales, la mitad de ellos impulsados por firmas italianas. También se anunció el nacimiento de una nueva colección de autores latinoamericanos que pondrá en el mercado una editorial portuguesa.

Cumpliendo las expectativas de Luis Sepúlveda, el evento literario gijonés se ha labrado su futuro con un baño de adhesiones y apoyos. El Salón se aseguró para ediciones próximas el patrocinio de las editoriales Grijalbo-Mondadori y Planeta. El director general de esta última comunicó a los organizadores el apoyo total y se disculpó por no haber apostado por el evento antes de haber examinado su funcionamiento.

El director de Alfaguara, Juan Cruz, resumió el ambiente literario suscitado por el Salón con una referencia a la campaña de presentación de los dos libros ganadores del Premio Alfaguara: «De las 16 presentaciones que hemos hecho hasta ahora, la más cálida, entusiasta y participativa ha sido la de Gijón».

Las adhesiones también llegaron desde las instituciones. El presidente del Gobierno de Asturias, Sergio Marqués (PP), envió una carta a los organizadores reconociendo el éxito del Salón y la difusión externa conseguida. Marqués, que libra una disputa política con la dirección de su propio partido, lamentó que «las solicitudes de ayuda económica del Principado no llegaran a las manos indicadas», en clara referencia a la postura del Partido Popular en Gijón de ignorar el evento y criticar sus contenidos. El alcalde, el socialista Vicente Álvarez Areces, se apresuró ayer a comprometer su apoyo total al evento, «que convierte a la ciudad en un referente para la literatura hispana». El respaldo de las instituciones no estará de más, dada la enorme difusión alcanzada por la primera edición del Salón, que no hace sino comprometer su continuidad en Asturias ante el interés de importantes empresas editoras en centralizar el encuentro en una gran ciudad.

El apoyo institucional al Salón del Libro Iberoamericano no se queda en meras palabras. El Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General del Libro, ya tiene citados a los organizadores para este mismo mes, con el fin de avanzar las ayudas para la segunda edición.

Los escritores que se han dado cita en Gijón, donde ha habido una destacada presencia de mujeres, han coincidido en resaltar la oportunidad que se les ha brindado de intercambiar experiencias, gestionar contratos y exponer sus proyectos. La conclusión general apunta hacia un marcado rejuvenecimiento de la narrativa hispánica, que según algunos escritores puede desarrollarse sin la tutela de las grandes figuras consagradas, y que está pidiendo la apertura de nuevos mercados, especialmente en España y en los países latinos de Europa.

El próximo año, según anticipó Sepúlveda, firme partidario de consolidar Gijón como sede, el Salón duplicará el número de pabellones. En Gijón se fallará el Premio Juan Rulfo de cuentos y se estudia instituir un galardón para narradores asturianos. Habrá intercambio de actividades con festivales del libro de Argentina, Italia y Uruguay, y Gijón estará en la feria de Francfort.

El balance optimista no sólo se expresó en apoyos, acuerdos editoriales y animados debates sino también en el público que dejó casi vacíos los puestos de venta de libros.