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De Suharto a los GAL

Antonio Elorza

Una vez pasada la euforia de las primarias, ha dejado de soplar el viento favorable para la izquierda. Todo se complica de modo innecesario y, por si cuanto sucede no fuera ya suficientemente desagradable, Manuel Vázquez Montalbán nos sobrecoge con su "¡arrepentíos!". La última vez, porque los "pugnaces intelectuales anticastristas" no han escrito ni media línea contra el criminal Suharto. Así que descalificados todos por este Carvalho que de policía ha pasado a juez, guardián además de las esencias del pensamiento no-único y guía espiritual de la izquierda del mojito, amiga de burócratas sonrientes hacia afuera y encantada con que ondee la bandera de la revolución a costa de las penalidades de un pueblo.Ante todo, si además de escribir con soltura y mirar hacia su público, Vázquez Montalbán leyera con algún cuidado, sabría que su afirmación sobre el olvido de Suharto es falsa. Por otra parte, ya está bien de intentar eludir un borrón echando otro al lado, recurso de reaccionarios para encubrir causas reaccionarias. Por muchos crímenes que cometiera Stalin, no sirven para exculpar los de Hitler; ni los de Hitler, para los de Stalin. Suharto no sirve de coartada para Castro, ni a la inversa. Si Vázquez Montalbán quiere hacer una defensa del castrismo, está en su derecho y puede utilizar muchos argumentos para ello, pero déjese de descalificar a los críticos. Y piense en analizar, sin escudarse en voces de otros. No tiene nada de progresista encubrir las causas del hambre ajena.

El juego de los borrones encaja también con el proceso de los GAL, donde una parte de la izquierda está quedando atrapada por una discutible aplicación del principio de solidaridad. Es lógico que muchos militantes del PSOE deseen ver probada la inocencia de Vera y Barrionuevo, pero lo es menos que olviden la enorme gravedad del caso. No puede afirmarse como hizo Vera en Antena3 que resulta "estúpido" pensar que todo lo que hace el Estado en determinadas áreas debe ser transparente. "Hasta en países democráticos", insistió, permanece la opacidad. La réplica es que sí, siempre que no se hayan cometido actos criminales, que, de permanecer impunes, invalidarían el Estado de derecho. Y en el caso Marey, contra lo que declaró el defensor Cobo del Rosal, no hubo "un presunto secuestro", del mismo modo que en el Lasa-Zabala no hubo un "presunto asesinato". Fuesen quienes fuesen los verdaderos responsables, actuasen o no unos auténticos delincuentes políticos para hacer públicos determinados datos, el terrorismo de Estado está ahí. Y un régimen democrático no puede consentirlo. Los crímenes de ETA no pueden servir de justificación a los GAL, ni a la inversa. Así como la trama anti-PSOE, real y siniestra, no evita la necesidad de encontrar justicia para los asesinatos y secuestros cometidos por unos dignos herederos del franquismo.

Claro que este proceso favorece a ETA y HB ante la opinión pública vasca, pero eso debieron habérselo pensado antes quienes en uno y otro nivel de Interior decidieron o autorizaron la estrategia de la muerte. Por otra parte, una condena, si ha lugar, mostraría que la ley es igual para todos y que ese principio protege incluso a los asesinos, desmantelando uno de los argumentos centrales en que los seguidores de ETA apoyan el terrorismo: la continuidad entre la democracia y la dictadura en la violación de los derechos humanos. Estamos ante una situación parecida a la del Gobierno socialista francés en el caso Greenpeace de los 80, sólo que entonces el ministro culpable aceptó pagar. No pasó nada.

Y en esto llegó Borrell, a quien muy pronto Almunia y el aparato del PSOE le amargaron la diversión, culminando con el pacto electoral por Madrid una maniobra envolvente que, de prolongarse, acabará con el capital político del catalán. La Santísima Trinidad es buena como dogma teológico casi incomprensible, pero en política no funciona, sobre todo si Dios Padre y el Espíritu Santo están coligados con todas las jerarquías angélicas. Conclusión de seny: si Borrell ha de ganar las elecciones, tiene que dirigir él la estrategia. En otro caso, su desgaste es inevitable, porque detrás de la sonrisa de Almunia está un político correoso y dispuesto a conservar el liderazgo.

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