Artemio Precioso
La historia, no ya la de sociedades y periodos, incluso la de cada uno, suele falsificar a la vida. Si la vida, claro, se deja. Hay pocas, muy pocas personas no revestidas de esa falsedad que otorga lo que los demás saben o interpretan de uno mismo. Les quiero telegrafiar una que me parece auténtica. Escribía su padre en periódicos, editó revistas, publicó novelas y representó a la República al frente de gobiernos civiles. Por todo ello penó en cárceles franquistas. En aquella casa se construía tolerancia, sentido progresista y cultura. Pero Artemio no sólo es reflejo de una herencia genética o de una atmósfera familiar.Estudiaba derecho cuando en el 36 se rompieron tantas cosas. Militante de las juventudes socialistas acude como voluntario a alistarse en el ejército no sublevado. Teniente con 19 años, capitán con 20, comandante con 21, jefe de Brigada antes de los 22. Le hieren y casi se nos escapa. Entra en combate en numerosas ocasiones y especialmente en el área de Cartagena, donde se ve en la necesidad de sofocar una sublevación. En suma militar improvisado por la peor escuela, la guerra, cuando era y es pacifista activo.
Pero Artemio no sólo es lo que quiso ese fatal destino fraticida. Garantiza la salida del país de varios líderes de la república. Escapa a Argelia en avión. De un campo de concentración pasa a la Unión Soviética. Allí acaba siendo profesor de la escuela militar del segundo ejército del planeta. Guerrea en Yugoslavia e incluso es encargado de preparar la cohesión de la lucha guerrillera en el interior de España.
Pero Artemio no sólo es un estratega militar altamente cualificado. Se casa con una vasca en Samarcanda. Sólo por haberse enamorado y casado allí ya merece la pena haber vivido. Viudo, sigue encandilando a buena parte de las mujeres que le van conociendo. Pero Artemio no sólo es un afortunado sentimental. Termina sus estudios, ahora de economía en Praga. Se doctora y acaba siendo catedrático de Planificación Macroeconómica de aquella universidad. Pero Artemio no sólo es lo mucho que sabe y que explica con serena pero picante ironía.
Comprende, por vivida en primera línea, la fractura entre teoría y práctica comunistas. Se aleja de sus postulados desde un punto de vista intelectual pero no abandona la militancia hasta que no es legalizado el partido. Es decir cuando deja de ser un riesgo oponerse a una dictadura que le encarceló en varias ocasiones. Pero Artemio no sólo es sencillamente honesto y muy valiente. Regresa a nuestro país, trabaja como empresario importador del cristal de Bohemia y es uno de los primeros ecologistas. Funda el Centro de Estudios Sociecológicos. Dirige una de las primeras etapas de Greenpeace y sigue siendo consejero. Crea la fundación Gondwana. Ayuda a la consolidación de Ecoforum. Acepta ser el primer presidente del Comité de participación pública del primer gobierno socialista. Procura que nuestro país tenga un partido verde serio y consolidado. Durante los tres últimos años es miembro del foro consultivo de Medio Ambiente de la Unión Europea. Es más, todo lo mucho realizado por la calidad de vida en los últimos años se queda pequeño al lado de su destacado papel como conciliador entre ecologistas y entre éstos y las formaciones políticas.
Pero Artemio no es sólo uno de los más sólidos pensadores y militantes ecológicos. Afortunadamente no está muerto. A sus 81 años sigue peleando por más equidad, más belleza y más sensatez en este mundo. No sólo es, pues, un eficaz estimulante. No sólo es punto de encuentro, acumulador de procesos en construcción, luchador por la multiplicidad y espejo de una rara solidaridad. En suma, no es sólo ecológico.
Por encima de lo que ha hecho, pensado, sentido, militado, y trabajado es, sobre todo,y, como todos, su propio apellido. La ética ecológica se atreve a recuperar ese alejado propósito del humanismo de considerarnos a todos, hayamos tenido o no una vida como ésta, un ilimitado e insustituible valor. Preciosos como Precioso.
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