De sus pasos por la tierra
Toma un whisky antes de comer y otro por la tarde; almuerza con cerveza y cena poco, casi nada; su esqueleto es fuerte, y su mirada es ávida, azulada o gris brillante; sus manos, suaves, retraídas, son francas cuando saludan y escuetas, saludables pero reservadas, durante la conversación; si acaso saca a veces un dedo largo con el que señala al aire para expresar una voluta que es también, en esa expresión suya, una manera de subrayar una idea. Camina, es un hombre que pasea; ahora, como ya tiene sus años, dice que se ha obligado a administrar su tiempo de una manera más drástica: acepta pocos compromisos, muy escogidos; el otro día almorzó con los letrados de las Cortes, que le tienen como el colega más antiguo, y le agasajan por eso, y unos días antes fue a presentar, a una galería de arte, al novelista Benjamín Prado, al que tiene cariño; pero hace muy pocas cosas públicas. Él dice que es por la edad: ése es un pretexto; en realidad está en su espíritu desdeñar la vida pública. En los últimos tiempos la vida le produce desdén, y aunque es un testigo de acero, pendiente de todo lo que ocurre, guarda silencio público, aunque debemos decir que sigue despotricando en privado: ayer decía el informador meteorológico de la cadena SER Florenci Rey que ésta es la primavera más monótona que se recuerda desde el punto de vista climático; eso mismo piensa nuestro personaje del tiempo que vivimos: ésta es la época más monótoma que nos ha tocado en suerte en muchos años, y considera que para decirlo reiteradamente no hace falta tomar la pluma en la mano. ¿Y novelas? Ya las ha escrito todas, dice él. ¿Memorias? En ellas sigue, calladamente: últimamente publicó un librito espléndido, De mis pasos por la tierra, en el que cuenta su estancia desde la infancia en esta vida que él ha degustado con inteligencia, y por tanto con distanciamiento; lo entregó a la gente como quien ofrece algo ajeno, y volvió a ensimismarse . Francisco Ayala. Como hubiera dicho un contemporáneo suyo, Domingo Pérez Minik, que mañana hubiera cumplido su misma edad, «¡qué personaje, qué extraordinario personaje!».Dos apuntes. El primero, de una emoción incalculable. De pronto, la negra figura de la noche cayó como una lágrima sin juicio sobre Ricardo Franco , cuya voz tostada por la noche parecía el susurro de un muchacho lleno de ingenio . El cine fue su vehículo, y en realidad en esas noches de las que él era sombra hacía el rodaje principal de su vida: el paseo cinematográfico por la amistad que nace de los espectáculos insólitos e irrepetibles de la noche con otros.
Fernando G. Delgado (que ha hecho caer de su apellido la G. que todo el mundo confundía y que llegó a ser un distintivo; Manolito Gafotas ya le llama en la radio Fernandodelgado) ha publicado en Planeta una novela llena de sarcasmo y misterio, Escrito por Luzbel; es una narración sobre el mal; en la presentación, que fue multitudinaria y en la que estuvieron parte de sus innumerables amigos, Francisco Nieva recorrió el mundo barroco de las iglesias casi laicas y en todo caso lujuriosas que tan común le resulta a sus propias obsesiones; esa puesta en escena que Fernando Delgado ha conseguido enlazar como si hiciera un fresco teatral subyugó al académico que además de novelista es dramaturgo. Parecía que la presentación también se correspondía con esa escenografía que buscó el autor para Escrito por Luzbel: la sala donde se hizo la presentación antes fue una logia masónica, y en medio de ese ámbito del pasado las palabras de Nieva y la ironía que Fernando lanzó sobre la imaginería que con tanta pintura literaria retrata en su libro sonaron como si formaran parte de la misma novela. Siempre se habla de las novelas que hay dentro de las novelas; en este caso la presentación de la novela entró en la novela misma. Eso forma parte, acaso, de la inteligencia que, como dijo Ángeles Caso, late en esta nueva novela del autor de Háblame de ti.
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