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El riesgo de la escalada

Supongamos que subastamos un billete de 1.000 pesetas entre dos personas (es decir, nos brindamos a entregárselo a quien ofrezca una suma mayor, por pequeña que sea). Pero introducimos una novedad: ambos participantes -no sólo el ganador- tendrán que pagar el precio máximo que ofrezcan. El ganador se embolsará, pues, la diferencia entre el billete de 1.000 pesetas y la puja ganadora; el derrotado perderá la cantidad que ofertó antes de desistir.¿Cuál será el precio al que se adjudicará el billete? La sorprendente respuesta deriva de la diabólica dinámica que produce la regla de "el que pierde también paga": una vez metidos en la puja, ambos jugadores tratarán a toda costa de ganar para resarcirse de su apuesta. Así, quien ofreció 900 pesetas por el billete pero ¡caramba! se vio superado por una oferta de 950, estará ahora dispuesto a ofrecer 1.000 pesetas, para así quedar a la par (en vez de perder 900 pesetas). Pero las cosas no quedarán ahí. El rival que ofreció las 950 pesetas se mostrará ahora dispuesto a franquear la barrera de las 1.000 y ofrecerá, digamos, 1.050, a fin de dejar su pérdida neta en 50. Pero quien ofreció 1.000... Por paradójico que resulte, esa espiral ascendente no tiene límite teórico: sólo el agotamiento financiero de uno de los contendientes o el acuerdo entre ambos pondrá coto a la escalada.

El juego ("la subasta de un dólar") lo expuso en 1971 el economista americano Martin Shubik. Se conoce también como "juego de la escalada" (escalation game) y "juego del atrapado" (entrapment game). Contiene una importantísima moraleja: una disputa por algo en apariencia banal puede acarrear pérdidas netas para todos, incluso para los "ganadores". Como prueba, en los experimentos el billete suele acabar adjudicándose entre 3.000 y 7.000 pesetas (¡menudo negocio!).

De tan absurdo resultado dan ocasional testimonio las páginas de sucesos, cuando relatan cómo una disputa nimia entre automovilistas o una pelea por un prado entre vecinos terminaron con uno en el cementerio y otro tras las rejas. A parecido esquema responden también algunas disputas políticas en el País Vasco cuando algunos partidos políticos ansiosos de votos (el billete de 1.000 pesetas), se enzarzan en una escalada retórica que tan sólo daña la democracia y anima a los terroristas ("los nacionalistas somos los vascos de verdad", dijo el domingo -al parecer- el presidente del Partido Nacionalista Vasco en una templada llamada a la concordia).

La guerra del Vietnam fue el ejemplo clásico de "juego de escalada". Estados Unidos, pensando que la victoria estaba "a la vuelta de la esquina", se empantanó pronto en una cruenta lucha que hubiera preferido no empezar. También los generales argentinos creyeron ver en las Malvinas un "billete" fácil de arrebatar a la señora Thatcher y terminaron humillados por el ejército británico.

Las carreras de armamentos son otra escalada clásica: buscando la primacía militar (el billete), los contendientes iniciarán un rearme que lastrará sus economías y aumentará el riesgo de un conflicto accidental. Así, las recientes pruebas nucleares de India, aunque respondan al creciente poderío militar chino, están suscitando tensiones en el vecino Pakistán, otra de las potencias militares que, junto con India e Israel, no ha suscrito el Tratado de No Proliferación Nuclear.

En todo "juego de la escalada" es fuerte la inclinación a no dejarse achantar por el oponente, aun a sabiendas de que así nos deslizamos hacia la catástrofe. Pues si el oponente no colabora e inicia la puja, nuestra moderación puede servirle en bandeja su premio. No es extraño, pues, que los aspirantes a potencia nuclear -India y Pakistán hoy; ayer, Francia- se rebelen contra el monopolio que la "no proliferación" consagra en favor de las potencias nucleares ya establecidas. Tampoco lo es que a los partidos políticos, amantes de la concordia en Euskadi, les cueste no responder a la desafiante crueldad y autoritarismo de que hacen gala con frecuencia algunos representantes nacionalistas.

Pero las escaladas son peligrosas. Una vez se inician, es difícil saber cuánto se acabará pagando por el billete.

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