Un militar chileno desvela la existencia de una fosa de ejecutados
Parlamentarios y dirigentes de la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Chile viajaron ayer hasta Pisagua, a 1.530 kilómetros al norte de Santiago, para asistir a la exhumación del cuerpo de un hombre de unos 30 años, que se encontraba atado con un alambre, con huellas de varios impactos de bala. Los restos podrían corresponder a uno de los cerca de 200 prisioneros políticos que un militar cuyo nombre se guarda en el anonimato asegura que fueron ejecutados en el campo de concentración que funcionó en Pisagua después del golpe militar de 1973.El cuerpo del presunto ejecutado en Pisagua se encuentra a unos 200 metros del cementerio antiguo de este pueblo, cerca de donde, en junio de 1990, fueron exhumados los restos de 20 prisioneros políticos fusilados por los militares después del golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende. Según dijo el diputado socialista Felipe Valenzuela, la información del lugar donde estarían las tumbas clandestinas le fue entregada -con reserva de su identidad y por escrito- al presidente del Partido por la Democracia, senador Sergio Bitar por un suboficial del Ejército retirado que participó en los fusilamientos y que quería «calmar su conciencia».
300 presos políticos
El parlamentario relató que en septiembre de 1974, el transporte Pinto de la Armada llegó hasta el campo de Pisagua, que comandaba el coronel del Ejército Carlos Larraín, con cerca de 300 presos políticos. Cien de los detenidos permanecieron en el campamento y los restantes, afirmó Valenzuela, fueron ejecutados, algunos de ellos arrojados al mar y la mayor parte fusilados. Ahora integran la nómina de más de mil desaparecidos. Según el suboficial, los prisioneros debieron primero firmar un libro en el que reconocían haber sido liberados y después los militares les hacían excavar sus tumbas y los fusilaban, enterrándolos por capas y cubriéndolos con cal. El diputado estimó que en diferentes fosas habría unos 200 sepultados.El conservador diario El Mercurio, citando a una fuente de alto nivel y «digna de crédito» que no identificó, informó ayer de que las osamentas tendrían más de un siglo de antigüedad.
Mientras tanto, en otro lugar del país, en la Colonia Dignidad, situada a 380 kilómetros al sur de la capital, la policía volvió ayer a entrar en la hacienda de más de 13.000 hectáreas que dirige el inmigrante alemán y prófugo de la justicia Paul Schäfer, para buscar a cuatro detenidos desaparecidos. Sus parientes afirman que están vivos, porque creyeron reconocerlos en fotos recientes de obreros agrícolas del recinto. Los colonos no obstaculizaron el ingreso de los detectives, que llevaban equipos para tomar huellas dactilares e identificar a los trabajadores de la Colonia Dignidad, que en la dictadura militar fue un centro de torturas de la policía secreta.
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