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CABRERA INFANTE RECIBE EL CERVANTES

Un millar de Quijotes

La lectura colectiva del libro de Cervantes reúne a niños, escritores y políticos

Un Rocinante con pata de palo, tronco de tronco, cola de fique y cabeza de tabla recibirá a los peregrinos interesados en continuar la lectura colectiva del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Más de un millar de personas han acudido a esta lectura que termina esta mañana, tras haber sido iniciada el pasado martes a las doce de la manaña por el escritor Guillermo Cabrera Infante. En este acto, organizado por segundo año, participaron a través de vídeo y teleconferencias personajes de la cultura, desde Roma, Lisboa, París, Argentina, México, Colombia, Manila y el resto de países de América Latina. Ayer, desde Ciudad de México, Alvaro Mutis dedicó el fragmento de su lectura al poeta Octavio Paz, fallecido el lunes pasado.

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Los pasajes cervantinos fueron seguidos desde el salón de baile del Círculo de Bellas Artes, contagiado después de dos días de lectura ininterrumpida por un poco del calor de aquellas aventuras del caballero de la triste figura y su fiel Sancho Panza. Decenas de personas escuchaban los apartes del texto, al que ayer se unieron, entre otros, Joaquín Almunia, Julio Anguita, la ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, Bigas Luna, Mario Vargas Llosa, José Sacristán y Paloma San Basilio.

"Lo que más me gusta es cuando Don Quijote se mete con un rebaño de ovejas al creer que son moros", cuenta Eusebio, uno de los niños del colegio de logopedia Maers, que ayer por la noche asistió a este acto. En cambio, su amiga María prefiere quedarse "con las aventuras de los gigantes". Contrario a otras personas, ellos leyeron muy tranquilos sus fragmentos. Antes y después, en las filas que esperaban la lectura, pasaron algunos tímidos, otros con sus acentos extranjeros casi inentendibles y, claro, no faltaron aquellos que parecían hablar con la mismísima solemnidad de don Alonso Quijano.

Hubo un momento en que todos guardaron silencio: cuando María García, de 17 años, subió con un Quijote en braille, acompañada de un guía. Las yemas de sus dedos se desplazaron rápidas sobre las hojas blancas del libro, mientras que con su cabeza al frente leía: "Así es verdad, respondió la doncella, pero sepan vuestras mercedes que la turbación que he tenido ha sido tanta que no me ha dejado guardar el término que debía".

Fue la lectora 803 de esta versión tomada de la primera edición de El Quijote, publicada en 1605.

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