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Julio Llamazares recupera la imagen del viajero en 'Tras-os-Montes' su nuevo libro

Amelia Castilla

Las novelas las escribe siempre en primera persona, pero para los libros de viaje recurre a la tercera. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) recupera la imagen del viajero como figura literaria en Tras-os-Montes, un viaje a Portugal (Alfaguara). El escritor, que ayer recorrió el escenario donde se desarrolla su último libro con un grupo de periodistas portugueses y españoles, definió el viaje como la mejor manera de no llegar a ningún sitio.

Llamazares eligió Braganza, la ciudad medieval donde empieza y acaba su libro, para presentar Tras-os-Montes porque quería escapar de la vanidad literaria que acompaña este tipo de actos. Subido a las almenas del castillo o paseando por las calles empedradas del pueblo, el escritor repasó los paisajes y los personajes que guarda su nueva obra. Tras-os-Montes, de 326 páginas, es fruto del trabajo de varios años. En tres ocasiones viajó Llamazares hasta el noroeste de Portugal, la más larga el mes de agosto de 1995, para recoger datos sobre la provincia portuguesa donde nació Magallanes. Sus impresiones y las entrevistas con los trasmontanos quedaron recogidas en 11 cintas de dos horas que luego transcribió para el libro, en el que se recogen testimonios de más de 300 personas. "Jamás recibí una mala respuesta o una mirada de desprecio", afirma.Llamazares, que se considera uno de los escasísimos autores españoles que ha escrito un viaje sobre Portugal, conoció la existencia de Tras-os-Montes cuando era un niño. Unos amigos de la escuela, en el pueblo minero de León donde vivía, le hablaron de la región histórica que las guías presentan como la más atrasada de la Europa civilizada. "Era un lugar entre Babia y Las Batuecas". De mayor, Llarnazares se enamoró de la prosa de Miguel Torga y Camilo Castello, nacidos en la misma zona, y decidió escribir este pequeño homenaje a un país al que los españoles hemos dado la espalda.

Junto al propósito de romper con el aislamiento histórico se impuso la tarea de escribir un libro a ritmo de fado. "He intentado transmitir ese ritmo y esa cadencia. No he querido hacer una guía; las llevaba en el bolsillo y las consultaba cuando las necesitaba, pero no trataba de descubrir nada. Quería dar mi visión de Tras-os-Montes, de Portugal y de la propia idea del viaje. Todo viaje es interior, y especialmente los que se realizan con voluntad literaria".

Llamazares distingue entre el viajero y el turista que viaja por pasión o por capricho. "Me he pasado la vida viajando a ningún sitio, y así voy a seguir, cogiendo el coche y desviándome por las carreteras secundarias". El escritor defendió la literatura de viajes frente a los que piensan que sólo las novelas son libros serios. El autor de La lluvia amarilla no encontró grandes diferencias al escribir uno u otro. "Los géneros son meros instrumentos para contar algo. Podría haber escrito un poema, una novela o un cuento de Tras-os-Montes. En España vivimos un momento de confusión y de esnobismo acojonante", dijo Llamazares. "Parece que hay que pedir perdón por escribir sobre lo que siempre se escribió y disculparse por seguir la tradición".

El viajero en que se convirtió Llamazares quedó atrapado por la gente. "Son la gran riqueza de este país que, siendo una anécdota en el mapa, conquistó medio mundo". Tras-os-Montes es como la mayor parte de su literatura, un homenaje a esas gentes que no abandonan los lugares a los que pertenecen y a las personas que se fueron, a los emigrantes que vuelven cada verano por querencia. "Me he erigido en defensor de los pobres y de los olvidados. Esa gente sobre la que nadie escribe".

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