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Artistas, escritores y pensadores sitúan su obra a la luz del psicoanálisis

Un ciclo de debate aborda en Madrid las claves de la cultura actual

Un grupo de artistas, escritores y psicoanalistas participa en estos días, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en una tribuna que hasta el mes de junio debatirá la actualidad del psicoanálisis en su relación con las diversas áreas de la cultura. Los psicoanalistas previenen contra "la mistificación exacerbada" y la peligrosa traslación mecánica de elementos psíquicos a las representaciones colectivas, como si las instituciones fuesen individuos

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Los detractores del psicoanálisis van desde quienes le niegan el más mínimo valor como si se tratara de un dogma de fe envuelto en unos sofisticados métodos ya caducos, hasta quienes, como Borges, le otorgan incluso poderes maléficos. "El psicoanálisis mata la magia", decía un escritor argentino, alertando sobre el proceso de "jibarización" o reducción de cabezas, peculiarmente nocivo para la creación artística.¿Jibarización? No es que mi pintura hubiera sido de otro modo; si de algo estoy seguro es de que, conforme a mis depresiones y extravíos iniciales, jamás habría dado una pincelada si no me hubiese psicoanalizado", confiesa categórico Luis Gordillo, una práctica que considera para sí tan vitalicia como la propia pintura. "Yo no le veo el final a la terapia; para mí, la figura del analista es como un espectador ¡limitado que me permite vivenciar mis preocupaciones estéticas con la misma concreción que cualquier sentimiento. Y mientras tanto, mi pintura no para de transformarse".

"El psicoanálisis no es un método de normalización, sino de esclarecimiento", dice el psicoanalista de orientación lacaniana Jorge Gómez Alcalá, que participó en la mesa dedicada al arte. "Y en una época de orfandad respecto a figuras de autoridad como la actual, estamos peculiarmente faltos de eso. Hay una perfecta sintonía entre los postulados de Lacan y Freud y la intimidad del proceso creativo, pues lo que se busca es expresar una significación no pautada, un exceso de sinsentido".

Para su colega José María Llanos, coordinador del ciclo, se ha confundido secularmente la hermenéutica del psicoanálisis aplicada a las obras de arte con el psiquismo de los autores. "El psicoanálisis debe relacionarse con experiencias existenciales e incluso con objetos simbólicos de la cultura, pero no con avatares psicológicos", sostiene Llanos, convencido de que buena parte del instrumental freudiano y lacaniano resulta hoy aún más útil que cuando fue pergeñado. "A través del desarrollo tecnológico crecen las compulsiones a la repetición, y el instinto de muerte se vuelve más sutil, más abstracto, pero tal vez más peligroso por eso mismo. Hay una negativa a ver al otro que, en última instancia, remite al otro que cada cual lleva dentro", señala.

"Muchos conceptos lacanianos han sido repetidos de boca en boca como si fuesen letanías de Haré Krishna, sin que se sepa muy bien qué llevan dentro", señala Juan José Millás, quien en algunas de sus tramas narrativas ha flirteado con sugerencias psicoanalíticas, como la angustia del doble, y que participó en la mesa dedicada a la literatura. "Creo que Freud y sobre todo Lacan, a través de su hermetismo, temieron que la divulgación banalizara sus pensamientos. Al igual que sucede con la Biblia, sus obras poseen, en cualquier caso, un enorme valor literario, con independencia de la veracidad de las tesis", manifiesta. Para Laura Cevedio, que participó en la misma sesión, el legado de Freud y Lacan es un instrumento formidable para "diseccionar lo que se escribe de lo que se lee; observar cómo se producen los desplazamientos del fantasma y las identificaciones afectivas es un aspecto crucial en el texto literario", subraya la psicoanalista.

Superar el fanatismo

Según el teólogo Enrique Miret Magdalena, que este mes participará en la mesa sobre religión, el psicoanálisis es determinante para el aperturismo religioso. "La noción freudiana de principio de realidad es clave para superar el fanatismo y las neurosis religiosas. Desde cuestiones muy puntuales, como el celibato del clero y el narcisismo pueril en la organización de las creencias, hasta más generales, como el sometimiento a un Dios-Padre castigador y severo, eso que se ha dado en llamar la pastoral del miedo, el psicoanálisis tiene mucho que alumbrar. A fin de cuentas, se trata de un humanismo moral, y el propio Freud dejó dicho que su teoría no era ni religiosa ni irreligiosa", dice Miret, quien la próxima semana publicará El catecismo de nuestros padres (Plaza y Janés), un ensayo crítico sobre la mentalidad religiosa en el franquismo.

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