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48º FESTIVAL DE BERLÍN

Robert de Niro niega que 'Cortina de humo' se base en los escándalos sexuales de Clinton

El actor Robert de Niro, que ayer fue el dueño absoluto del Festival tras intervenir en tres películas, de la que una, Cortina de humo, es además productor, negó que la promoción de esta película se base en sus coincidencias, por un lado con las aventuras de alcoba de Bill Clinton, y por otro, en el hecho de que el filme insinúe que un posible ataque de EE UU a Irak sería una maniobra de distracción del aparato de fontanería política de la Casa Blanca. Excelente intérprete de tipos cínicos, De Niro dió la impresión de creer lo que decía.

ENVIADO ESPECIAL, Cortina de humo maneja una trama en la que un fontanero de la Casa Blanca prepara la patraña de que un comando terrorista de Albania va a golpear en EE UU y el ejército más poderoso del mundo se dispone a repeler esta agresión.Esta metáfora, para Robert de Niro, "nada tiene que ver con lo que está pasando en Washington. Las coincidencias, si las hay, son casuales. Yo me interesé en el libro de donde procede la película antes de que se produjera esa situación". Ironizó: "Quizás es la situación la que se ha inspirado en el libro". Otro periodista volvió a la carga, arguyendo que el guión del filme modifica mucho la novela y da la impresión de estar al día cuando asocia el hipotético ataque militar a Albania (es decir, a Irak) con conveniencias electorales del presidente. "Repito que se trata de una casualidad". Tras desviar la conversación a otros asuntos, un nuevo periodista volvió a hurgar en el mismo asunto y De Niro afinó: "Yo no busco películas que armen escándalos". Alguien contraatacó: "En ese caso, ¿busca escándalos para montar películas?". Sin inmutarse, el actor respondió: "Tampoco".

Este coloquio entre sordos se cerró con una pregunta del preguntado a los preguntadores: "No creen ustedes que hay asuntos más serios de que hablar?". Alguien terció: "¿Le parece a usted poco seria la posibilidad, aunque sólo sea una hipótesis novelesca, de bombardear un país por motivos electorales?". El actor dejó de sonreír y respondió con una maniobra de distracción digna del fontanero que interpreta en Cortina de humo: "Me encanta hacer personajes secundarios cuando el director y el guión son tan buenos como Tarantino y su Jackie Brown o como Alfonso Cuarón y sus Grandes esperanzas.

Y acentuó la sonrisa cuando alguien le puso a De Niro en bandeja que aclarase otro escándalo surgido de otras alcobas, la acusación que pesa sobre él en Francia de estar involucrado en un negocio de prostitución: "He recibido una solicitud de excusas por parte de la policía francesa. Ignoro de dónde proviene esta insidia, pero no pienso quedarme ante ella de brazos cruzados. Si sigue esa absurda acusación, estoy dispuesto a acudir a Amnistía Internacional". Con el mechón gris de su cabellera admirablemente bien despeinado, vestido con calculada sencillez y un toque de desaliño, conteniendo con gesto de cemento su incurable hostilidad contra la luz y los taquígrafos, este inteligente italiano de Nueva York, antiguo poblador y ahora poeta de las malas calles del Bronx, tiene toda la pinta de aburrirse como una ostra en estos ritos de defensa de películas que él no ha escrito ni dirigido.

"Tengo muchos proyectos que me bailan en la cabeza desde hace años, y me propongo hacerlos.Cada día me interesa más producir y dirigir, sobre todo dirigir películas. Me gustaría estar ahora discutiendo con ustedes una hecha por mí". Alguien le recuerda: "Pero usted ha dicho que no le gusta venir a los festivales". Responde De Niro: "Y no me gusta, salvo cuando son tan formidables como éste". Alguien se carga de veneno: "¿Tiene relación que a usted este festival le parezca formidable con el hecho de que ha seleccionado tres películas suyas?". Y De Niro, risa en risa: "No". Lo ha dicho casi sin abrir la boca, moviendo el mechoncito gris de un lado a otro para que se encrespe un poco más.

Fuera, en la gran sala de la Berlinale, se proyectan las últimas películas del concurso. Una es The commissioner, un flojo thriller político-europeo en el que la actriz Rosana Pastor y John Hurt hacen buenos trabajos. El otro es Sada, la vida de Sada Abé, aquella prostituta convertida en santa laica por el pueblo japonés cuando, en mayo de 1936, llevó hasta sus últimas consecuencias el juramento de amor y muerte que le hizo su amante, al que estranguló y luego castró mientras hacían el amor. Fue la mujer que inspiró El imperio de los sentidos, que secó el cerebro de uno de los más grandes cineastas contemporános, Nagisa Oshima.

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