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48º FESTIVAL DE BERÍN

Inés Sastre se afirma como actriz en un buen filme de Pupi Avati

La actriz china Joan Chen debuta como directora con la película 'Xiu Xiu'

La española Inés Sastre debutó en el cine con 14 años en Eldorado, de Carlos Saura, y después se hizo muy popular como modelo de alta costura. Pero el cine siguió tirando de ella y ahora se consolida como actriz adulta en una buena película italiana dirigida por Pupi Avati, El testigo del esposo. Otro rostro popular, el de la actriz china Joan Chen, que logró hacerse un lugar en Hollywood, ha vuelto a su país para debutar como directora de Xiu Xiu, una dolorosa mirada lírica a los tiempos de la Revolución Cultural.

ENVIADO ESPECIALPupi Avati, uno de los directores más prolíficos del cine italiano, está inédito en España. Que Inés Sastre, protagonice El testigo del esposo quizá abra una vía para cubrir esta laguna. Aunque Avati no siempre acierta, tiene películas muy estimables, y esta última -si se olvida el innecesario final feliz, que es un pegote- le ha salido casi redonda.No es ajena a ello su bella protagonista española, que comienza a mostrarse segura como actriz y saca adelante un personaje nada fácil, pues su composición gira sobre un brusco vuelco de registros a mitad de película, que le hace saltar de la introversión y el enfado a la expansividad y la sonrisa. Inés Sastre, sin acudir al exceso ni a la facilidad de los subrayados gestuales, con naturalidad, elegancia y comedimiento da con el justo tono y resuelve esta prueba.

Joan Chen es una directora competente. Es verdad que la actriz china no se complica mucho la vida y su cámara casi siempre juega con sólo dos personajes. Pero la cadencia lírica, sentimental y suave que logra dar al relato de la vida de una infortunada adolescente arrancada de su hogar y desterrada a los altiplanos del Tíbet está muy bien conseguida. Es una historia amarga contada con dulzura, que conmueve y sólo crispa un poco en las escenas finales, que parecen arrancadas del cine de Zhang- Yimou en concreto de Vivir.

Otra película china, Dulce degeneración, dirigida por el taiwanés Lin Cheng-Seng, es un dramón que discurre también suave y cadenciosamente, pero por otros menos consoladores que el elegido por Joan Chen. Es una historia de desamor con fondo incestuoso, que se mete en un atolladero argumental finalmente resuelto con buen tino y soltura de gran oficio.

Un drama duro, es también I want you, del británico Michael Winterbottom, cineasta muy dotado que, según cuentan, está creando escuela, aunque todavía no acaba de redondear sus películas -Butterfly Kiss, Jude, Sarajevo-, que comienzan muy bien y luego encuentran algunas dificultades para sostenerse hacia arriba, en línea ascendente. El estilo de Winterbottom es brillante, complejo e imaginativo, logra bruscas introspecciones muy originales y penetrantes y posee eso que desde los tiempos de Lubitsch se llama en cine toque o sello propio.

Otro dramón es Los chicos, dirigido por el australiano Rowan Woods. A éste no le van los refinamientos del británico y es de los que filman películas con estilo tosco, pero firme y cortante, casi navajero, algo emparentado con el cine de acera neoyorquino. La película está hecha con muy poco dinero y con montones de violencia contenida. Va al grano, dibuja de un brochazo los tipos y, de forma directa e inteligente, representa la sordidez material y moral de los barrios pobres de la Australia de hoy en busca de gente situada a mitad de camino entre la fábrica y la cárcel.

Y dramón -aunque musical- es también Jeanne y el chico formidable, que han dirigido conjuntamente los franceses Olivier Ducastel y Jacques Martineau. Un bonito caramelo triste con el sida al fondo.

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