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El jefe del Ejército argentino entona un duro 'mea culpa' sobre los crímenes de la dictadura

El jefe del Ejército argentino, teniente general Martín Antonio Balza, reconoció ayer públicamente los crímenes cometidos por los uniformados durante la última dictadura y entonó un mea culpa sin precedentes, en un duro discurso cargado de autocrítica pronunciado ante la cúpula militar. No se anduvo por las ramas cuando se refirió a los excesos de los militares: "¿Acaso puede alguien justificar operaciones sin el control necesario de quienes tenían la responsabilidad de la conducción en los niveles más altos? Esta falta de supervisión posibilitó la impunidad de algunos".

El general Balza aludió también a los desaparecidos: "En una lucha o en una guerra, la figura del desaparecido es la excepción, nunca la norma; reconozcamos con humildad que faltó atreverse al juzgamiento legal del oponente y a la aplicación, de ser necesario, de las máximas condenas. Se optó por recurrir a macabros procedimientos que privaron a los familiares de enterrar a sus muertos, contrariando con ello las normas elementales de cualquier religión"."Convengamos que en la lucha contra la subversión se feudalizó el accionar. Esta descentralización dio lugar a operaciones sin el control necesario de quienes tenían la responsabilidad de la conducción en los niveles más altos; esta falta de supervisión posibilitó la impunidad de algunos, muy pocos, que apartándose de las leyes, reglamentos militares y principios éticos elementales, cometieron actos repudiables y comprometieron la imagen institucional", afirmó también.

Se esperaba con expectación el discurso del jefe del Ejército con motivo de un acto militar de homenaje al general San Martín, "padre de la patria y libertador de América". Corrió la voz de que Balza aprovecharía la parada militar para expresar en voz alta la opinión del Ejército -que no la de las dos ramas de las Fuerzas Armadas (Marina y Fuerza Aérea)- sobre la herida nunca cerrada en la sociedad argentina sobre las violaciones de los derechos humanos durante la última dictadura.

La controversia suscitada el último mes en torno a la propuesta de derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, las aberrantes declaraciones del capitán de fragata Alfredo Astiz (hoy expulsado de la Marina) y el recuerdo permanente de los crímenes perpetrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), pusieron de nuevo en la picota, 20 años después, a los militares.

"Hoy, el contexto nacional nos sumerge nuevamente en ese pasado de lucha fratricida, nos trae a víctimas y victimarios desde el ayer, intercambiando su rol, en forma recurrente según la época y tras la desesperación de quienes no encuentran explicación posible para la pérdida irreparable de sus seres queridos, sin excepciones: políticos, religiosos, sindicalistas, empresarios, militares, artistas, periodistas, estudiantes, profesionales y obreros. Ello nos ata al pasado, impidiendo la reconciliación definitiva".

Las palabras de Balza, reclamando "la verdad", sonaron como un estruendo en el patio de armas de la Guarnición de Buenos Aires, con la tropa formada y los jefes y oficiales escuchando impávidos junto a su general. "La verdad es un bien preciado a respetar y es lo único que va a permitir la continuidad histórica de la Institución. Es tan inmoral el 'por algo será' que escuchábamos en el pasado que no quisiéramos haber vivido, como el 'yo no sabía' que escuchamos hoy, por parte de algunos dirigentes".

Obediencia

La contundencia de las palabras de Balza adquirió toda su dimensión cuando habló del concepto de obediencia. "Una orden no es una pregunta, una sugerencia, una insinuación o una invitación. Una orden tiene características compulsivas". Pero puntualizó: "La obediencia instantánea que esperamos de nuestros subordinados, en la paz o en la guerra, es compatible con la negativa a hacer algo inmoral, porque sólo se debe ordenar y cumplir aquello encuadrado en las leyes de la nación y reglamentos militares". En resumen: "La obediencia ciega es inaceptable y no conozco ningún país civilizado que la haya adoptado".Su discurso, en la misma línea de autocrítica que su mensaje del 25 de abril de 1995, adquiere hoy, tres años después, mayor trascendencia. La repercusión de las palabras de este general en la recta final de su carrera, está fuera de toda duda. Se echa en falta, sin embargo, una autocrítica similar, de los otros cuerpos que, precisamente, estuvieron más comprometidos en la represión ilegal.

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