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Alberto Corazón expone emblemas, bodegones y paisajes en Zaragoza

El diseñador reúne con el título "Solsticios" su obra más reciente

El artista plástico y diseñador Alberto Corazón presentó ayer en Zaragoza una amplia selección de su obra reciente. Bajo el título de Solsticios, la muestra se concibe como un diálogo entre las tres vertientes básicas que han centrado la evolución de la apuesta creativa de Corazón en los noventa, esa esfera del dibujo que el artista define como una forma de "merodeo" los juegos emblemáticos que orientan su reflexión en el lienzo y 91 territorio de la escultura, donde su poética oscila entre la evocación de arquetipos objetuales y estructuras escénicas que remiten a la memoria del paisaje.

Alberto Corazón (Madrid, 1942) consolidó el inicio de su trayectoria creativa con el salto, ya en el último tercio de la década de los sesenta, desde las primeras tentativas pictóricas a una ruptura que situaba las coordenadas de su trabajo en actitudes de corte conceptual. Con ese sesgo crítico impregnado por una mayor carga política que caracterizó, en el panorama español de hace tres décadas, a una parte sustancial de las derivas experimentales de nuestro debate, Corazón orientó sus propuestas hacia un análisis sobre los usos y condicionantes de lectura, dentro de las nuevas tecnologías de reproducción y difusión de la imagen, desde una perspectiva que fundía el discurso desarrollado en sus exposiciones y la reflexión acerca del sentido y, función social del diseño.Durante los ochenta, la creciente proyección profesional de Corazón en el campo del diseño, que lo convertirá en una de las figuras de referencia en la renovación del sector, acabará por eclipsar la evolución de su trabajo específicamente artístico, que prácticamente no habrá de aflorar, durante esos años, a la escena expositiva. Cuando, tras ese paréntesis, vuelva a mostrar, a lo largo de estos noventa, su producción artística, muchas cosas habían cambiado ya en el horizonte del debate creativo y muchas asimismo en el propio sesgo que definía la nueva apuesta de Corazón.

Meditación

Del sentido y consolidación de ese cambio da buena cuenta el espectacular conjunto reunido por el artista en esta muestra zaragozana. Matizadas por esa indagación más libre e intuitiva del dibujo, la pintura y la escultura componen un silencioso diálogo donde el eco de la pasión analítica que vertebró la labor temprana del artista, lejos de desvanecerse sin más en el olvido, ha derivado hoy, con fluida naturalidad, hacia una meditación alentada por el enigmático poder de otros códigos. Para la pintura, éstos apuntarán, en unos casos, como en las nuevas series definidas por el referente genérico del bodegón o por la estructura modular del retablo, hacia algunas de las convenciones inmemoriales del propio medio; pero en otros explorarán también, mediante emblemas que se funden en la densidad material del color, determinados arquetipos simbólicos.En la escultura, el contagioso potencial de seducción del arquetipo oscila entre dos escalas: en una se establece una relación más inmediata con el propio cuerpo; la segunda estructura, con la cadencia de unos montículos piramidales o la caprichosa disposición de las albercas de resina, carbón y lacre, toda una geografía de la ensoñación.

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