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BALANCE DE LA VISITA PAPAL

El Vaticano espera un cambio pacífico en la isla

Cuba puede estar en el umbral de "una transformación pacífica" que abra una "página nueva" en la historia de la isla. El secretario de Estado de la Santa Sede, Angelo Sodano, expresó ayer su esperanza de que así ocurra en unas declaraciones a Radio Vaticana, en las que calificó de "muy positivo" el balance del viaje del Papa a la isla caribeña, que concluyó el domingo. Pero el Vaticano sigue sin recibir respuesta a la petición de medidas de gracia recibidas de familiares de detenidos y de presos de conciencia en la isla que le fue trasladada al presidente cubano, Fidel Castro.

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"Hago votos para que la palabra del Papa contribuya a una transformación pacífica de las estructuras actuales hacia formas de mayor libertad, de mayor participación, con los votos de todos", declaró Sodano, que formaba parte de la comitiva papal integrada por una docena de colaboradores religiosos y seglares. "Esta isla ha entrado en el corazón del Papa, en el corazón de la Iglesia católica", añadió el titular de la diplomacia vaticana, quien manifestó también su esperanza de que en la historia de Cuba se abra "una página nueva, creo que esta es la esperanza que tenemos todos en este momento".Pese a la reserva que caracteriza a la diplomacia vaticana ,era una percepción generalizada ayer entre los periodistas que viajábamos en el avión del Pontífice, que aterrizó en el aeropuerto romano de Ciampino poco después de las once de la mañana, la satisfacción que se respiraba en el séquito papal por el desarrollo de un viaje que comenzó con negros presagios, cuando Juan Pablo II calificó a la revolución castrista de "revolución del odio". No era la mejor carta de presentación para un Papa que llevaba casi 15 años intentando sin éxito visitar la isla, último bastión comunista en Occidente.

Textos tocados y retocados

El tono de las palabras del Pontífice fue diametralmente opuesto al estilo ultradiplomático de los quince discursos que Juan Pablo II llevaba preparados para pronunciar o difundir en la isla. Escritos originalmente en castellano, las sucesivas correcciones, fruto de lecturas y relecturas, tanto del Papa -que aprendió el español leyendo a San Juan de la Cruz- como del cardenal Sodano, y de su número dos en la Secretaría de Estado, Giovanni Batista Re, ambos italianos, hacían a menudo difícilmente comprensibles algunos párrafos de estos textos en los que ninguna palabra debía sobrar o faltar.Tras la entrevista celebrada el jueves entre el Pontífice y el presidente Castro -en la que este último aprovechó para presentarle a sus hermanos y hermanas- las diferencias quedaron superadas. Prueba de ello fue la decisión de Castro de autorizar la retransmisión directa de las misas oficiadas por el Papa en Cuba y, sobre todo, la de acudir de forma imprevista al encuentro entre el Pontífice y los intelectuales cubanos celebrado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el tercer día de su estancia en Cuba.

Fue ese un encuentro en el que de alguna forma se firmó la paz entre el Gobierno y la Iglesia local. El cardenal Jaime Ortega vio reconocida su condición de máxima jerarquía católica, gracias a la presencia del Papa. Castro no paró de estrechar manos de obispos, y los sacerdotes de las diócesis más activas de la isla, como la de Pinar del Río, invitados por la Iglesia al acto, disfrutaron contemplando la escena.

El principal objetivo vaticano -y el mensaje del Papa ha dejado constancia de ello- era conseguir mayor espacio en la vida pública cubana para la Iglesia católica local. Lograr que los católicos dejen de ser definitivamente ciudadanos de segunda en la sociedad cubana. Esto último parece a todas luces un objetivo alcanzado, sobre todo después de la misa multitudinaria de La Habana. En ella, y con su moderado discurso, el Papa dio la prueba definitiva a Castro de que la Iglesia católica no pretende desestabilizar al régimen cubano sino más bien, colaborar, poniendo en marcha instituciones docentes, en la transición gradual y pacífica hacia el poscastrismo.

La Iglesia, fuerza patriótica

Karol Wojtyla ha subrayado la necesidad de que la Iglesia cubana sea reconocida ante todo como una fuerza nacional y patriótica y lo ha hecho de forma simbólica colocando al cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, a su derecha en todos los actos que han contado con la presencia de las autoridades públicas. Normalmente esta posición la ocupa el titular de la diplomacia de la Santa Sede, Angelo Sodano.La Iglesia cubana cuenta para satisfacer lo que el propio Wojtyla calificó de "expectativas de la sociedad", con los medios económicos necesarios. Su intención es iniciar una actividad más amplia en el país, poner en marcha nuevas publicaciones y, caso de obtener la difícil autorización, escuelas. Queda por ver cuál será la respuesta definitiva del Gobierno de La Habana, sobre todo, con la experiencia de otras visitas del Pontífice (Polonia, Filipinas, Chile) que se saldaron con un empate similar y terminaron siendo desastrosas para los poderes políticos locales.

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