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Tribuna
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Faldas

Así como el "efecto mariposa" en la Teoría de las Catástrofes ha hecho saber que cualquier suceso nimio en un punto del planeta puede convertirse en una convulsión mundial, los medios de comunicación ensayan el extraordinario valor energético que posee la banalidad, los quilates que atesora.Los dos grandes sucesos de ahora mismo -allí donde se concentran las imágenes, las radios, los enviados especiales- son, como en el efecto mariposa", apenas dos perturbaciones a cual más fútil. De una parte, el presidente norteamericano se ve acosado por haber vivido unos flirts con chicas más bien insignificantes y, en general, muy dentudas. De otra parte, Cuba, un miligramo en el peso total del planeta, se convierte en la plataforma de un acontecimiento tan irrelevante como irrelevantes son en el pensamiento contemporáneo los discursos de Juan Pablo II o de Fidel.

Cada una de las dos banalidades convoca, sin embargo, una atención capital. El presidente de Estados Unidos puede ser obligado a abandonar el cargo más alto del planeta por chismes derivados de un adulterio más, mientras el futuro del castrismo, del exilio cubano, del bloqueo o de la fe en Cristo se fía a las conversaciones entre dos fatigados representantes del paleolítico doctrinal. La pomposa trascendencia atribuida al viaje papal parece equivalente a la anunciada bomba de un nuevo impeachment, pero nada a la vez parece real o verosímil. Las posibles consternaciones causadas por el "efecto mariposa", sea por un revuelo de faldas o de haldas sagradas, comparten la condición de una farsa o una trivialidad. En general, lo que ahora pasa en Washington y en La Habana hace pensar en globos que artificialmente se hinchan como golosinas para la gran infancia en que nos ha convertido el camelo de la globalidad.

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