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La ministra:'In & Out'

Vicente Molina Foix

El pasado jueves, a las nueve y veinticinco de la noche, hacía su entrada en el vestíbulo del teatro Alcázar la ministra de Educación y Cultura, envuelta en el habitual tumulto de fotógrafos y sicofantes. Estaba a punto de empezar la primera representación madrileña de La rosa tatuada, de Tennessee Williams, y la ministra habló ante, las cámaras. Aunque yo no lo creo, alguien dice que dijo, cuando le preguntaron el porqué de su asistencia a esa velada en un día de mucha competencia: "¿Cómo iba yo a perderme un estreno de La rosa del azafrán?". Sin duda un infundio más en la campaña de descrédito que la izquierda ha emprendido contra ella, orquestada... bueno, desde Moscú ya no puede ser. ¿Orquestada quizá por Luis Cobos, que estaba sentado dos filas más atrás?Cincuenta y cinco minutos después, cuando aún no había acabado el primer acto de la comedia de Williams, Esperanza Aguirre comparecía en el vestíbulo de otro local público, el de los cines Roxy, donde esa misma noche se estrenaba la película Cosas que dejé en La Habana. ¿Ella o una doble? Ya sabemos que los políticos se ven a veces obligados a estas falacias, y no sólo por seguridad. Era ella. Su voz inconfundible, cuando varios presentes la oyeron decir -yo sigo sin creérmelo- ante una periodista: "Vengo ilusionada a ver lo último de Gutiérrez Rioja, un director que mejora con los años, como el vino tan español que lleva su nombre". Esa infame campaña de chistes contra la Esperanza.

Se ve que la ministra está haciendo un esfuezo para emular a la estrenista por antonomasia, su predecesora Carmen Alborch, famosa por no perderse una, primera piedra, estreno, tertulia, apertura, clausura, nacimiento, entierro. De la Alborch se cuenta -tampoco yo acabo de creérmelo- que de tan habituada como estaba a inaugurar salones, de pintura contemporánea, del cómic de vanguardia, del diseño por ordenador, de la artesanía popular, si un día su agenda estaba en blanco, ella, ni corta ni perezosa, se iba a inaugurar saloncitos de casas particulares. Aclaremos sin embargo una cosa: la gente del cine y el teatro, de los libros y la pintura, se pirra por esas asistencias oficiales, que estiman saludables y beneficiosas para la difusión del arte. Un respeto, por tanto, al deseo de los artistas.

En el pasado las relaciones del poder y la cultura no eran iguales,aunque hay que reconocer que en el siglo -por ejemplo - XVII, había menos premières y vernissages. Se podrían citar muchos casos -Miguel Ángel, Voltaire, Rubens, Salieri- de solicitud casi suplicante del rey o el Papa respecto al artista, no lo contrario, pero el más a mano hoy es el de Canova, cuya sublime escultura Las tres gracias está prestada temporalmente al museo Thyssen de Madrid, coincidiendo con una exposición de pintura veneciana. Hugh Honour cuenta en el catálogo de la muestra los detalles de la realización de esa obra maestra, encargada al escultor por la emperatriz Josefina. Al verla terminada en el estudio romano del artista, el duque de Bedford quiso llevársela a Inglaterra, pero el hijo de Josefina la reclamó, después de lo que había sido una espera deseosa. Tras muchos requerimientos, Canova aceptó hacerle otra versión al duque, que es la que, tras un viaje casi sacramental por media Europa y su colocación en el bellísimo templo que el noble inglés construyó para albergarla, hoy vemos en Madrid.

Tuve que asistir, por razón del trabajo que entonces desempeñaba en el Centro Dramático Nacional, al acto de relevo de Solé Tura al frente de Cultura. Acabada la ceremonia, el ex ministro, a quien sólo en una ocasión habíamos recibido en la sede del. María Guerrero, me dijo con un guiño de disculpa: "Ahora que estaré menos ocupado podré ir más al teatro". Recuerdo que aquellas palabras me escandalizaron. Las pienso y ya no. Vino después la etapa Alborch, que no se perdió ningún estreno pero hizo un desaguisado con los teatros nacionales, y ahora la de Aguirre, que llega a la doblez para estar en todos mientras trata de aplicar al cine y al libro las reglas liberales que pueden acabar con ambos. ¿Qué importa el arte cuando hay espectáculo? Aunque el político carezca de una visión activa de lo que la cultura ha de ser en nuestra diferente sociedad, el artista está halagado con tanto coche oficial y tanto guardaespaldas en sus galas. Así llegará el día en que Esperanza Aguirre dirá en un vestíbulo. que está allí como ministra de Educación y Descanso y no será otro lapsus de los suyos.

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