"No esperamos milagros de la visita del Papa"
, Justo cuando se cumplen cien años de la independencia de España, el disidente cubano Elizardo Sánchez dice que su país se encuentra de nuevo ante una encrucijada histórica. La isla, opina, se halla inmersa en una profunda crisis interna, y su raíz "está en la crisis del modelo y del sistema". Para Sánchez, sería deseable que "por el bien de los cubanos" fuese el actual Gobierno el que promoviese "las transformaciones económicas y políticas" necesarias para "modernizar" Cuba y llevarla hacia la democracia. A sus 53 años -ha pasado ocho de ellos en la cárcel- defiende a ultranza la vía del diálogo y cree que la comunidad internacional puede jugar un papel importante en la solución del "problema cubano". No espera, sin embargo, que la próxima visita del Papa vaya a resolver los problemas de Cuba de la noche a la mañana.Pregunta. ¿Qué espera un disidente como usted de la visita del Papa? Respuesta. La visita del Papa va a tener un impacto positivo; quizás se pueda hablar de un antes y un después de la visita. Pero no esperamos milagros de la visita del Papa en el sentido de cambios de envergadura en el orden político y económico. Por otro lado, Cuba no necesita milagros que resuelvan los problemas de la noche a la mañana. Lo que hace falta es un esfuerzo racional y concertado para resolver los problemas. De cualquier forma, esta visita supondrá una forma limitada de pluralidad. Limitada, porque habrá cierta pluralidad en el campo religioso, y eso es positivo. Es deseable que luego se extienda también al terreno político.
P. ¿Verá usted al Papa durante su estancia en Cuba?
R. No, no he pedido ningún encuentro con el Papa. Asistiré a la misa de La Habana como un cubano más. La, Iglesia y el Vaticano saben muy bien cuál es la situación real del país.
P. ¿Cree que el Vaticano o la comunidad internacional pueden ayudar a resolver el problema cubano?
R. Cuba se haya en estos momentos en una encrucijada que está condicionada por tres grandes anomalías. La primera es la guerra fría que persiste entre Washington y La Habana. La única forma de poner fin a este clima anacrónico de tensiones es la presión internacional sobre ambos Gobiernos para que normalicen sus relaciones", ya que hasta hoy ninguno de los dos han manifestado voluntad de hacerlo por propia iniciativa. La segunda anomalía es la existencia de unas sanciones económicas bilaterales de EE UU. Estas son inaceptables desde el punto de vista del derecho. internacional, y además son inmorales, pues afectan fundamentalmente al pueblo cubano. Un primer paso sería la eliminación sin condiciones previas del embargo sobre las medicinas y alimentos. La tercera es que Cuba está fuera del sistema interamericano y de la OEA. Cuba debe volver a este sistema, también sin condiciones previas.
P. ¿Cómo evalúa el resultado de las elecciones que tuvieron lugar el domingo en su país?
R. Más allá de las cifras, que pueden ser criticadas por unos y aplaudidas por otros, el resultado de estas elecciones puede ser importante. Se ha producido, de hecho, una renovación del mandato y de cierta forma una legitimación. El Gobierno debe aprovechar esta coyuntura para llevar adelante un proceso de transformaciones graduales en el orden jurídico, económico y político que lleven al país hacia una modernización de las estructuras de la sociedad, conforme a las grandes corrientes hemisféricas. Si esto no sucede, entonces las elecciones habránsido una tomadura de pelo y una pérdida de tiempo.
P. ¿Cómo debe ser, a su juicio, esa transición en Cuba?
R. Cuba no está preparada para terapias de choque, ni en el orden económico ni en el político. Lo mejor es que en Cuba todo se haga bajo el signo de la gradualidad. Sería deseable que sea el Gobierno el que impulse las transformaciones. Sería el escenario de menor costo social y político. Si el Gobierno de Castro marcha por este camino, yo y una buena parte de los disidentes moderados le apoyaríamos.
P. ¿En qué medida la actual política española contribuye a propiciar los cambios en Cuba?
R. Creo que, sin quererlo, la diplomacia española ha caído en una trampa con respecto a su relación con Cuba, que paradójicamente es parecida a la de los políticos norteamericanos. Madrid y Washington han creído que la forma de impulsar las transformaciones es la presión, y esto lo que provoca es una reacción similar a, aquella de Franco cuando decía: "No me empujes que me paro". Por un lado Cuba lleva 40 años aguantando presiones tan poderosas como las de Estados Unidos. Por otro, este Gobierno se mueve como pez en el agua en las situaciones de crisis. De esta forma queda fuera de juego la diplomacia española y por ende la de la UE, ya que su capacidad de influencia en el país queda disminuida. Esta situación de relaciones anómalas entre España y Cuba perjudica al pueblo cubano y dificulta la posibilidad de maximizar la influencia de España y de la Unión Europea en Cuba. Cada semana que transcurre sin nombrar un nuevo embajador prolonga esta situación de anomalía y aumenta la crispación política respecto al tema.
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