El vecino argelino
LAS MATANZAS de Argelia han provocado al fin una reacción internacional. Desde la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, varios países árabes e incluso Irán se plantean iniciativas para detener esta escalada sangrienta o al menos paliar el sufrimiento de quienes la padecen. Pero antes de poder hacer algo hay que saber lo que realmente está ocurriendo. Por eso, pese al rechazo que la idea provoca en las autoridades argelinas, hay que insistir en mandar misiones de información a ese país vecino de Europa.Las matanzas parecen haberse desplazado a la zona occidental del país, hasta ahora más tranquila. En las últimas atrocidades conocidas y aireadas por la prensa local, los niños, mujeres y hombres degollados o asesinados de otras formas crueles se cuentan por centenares sólo en la primera semana del Ramadán, sagrado mes de ayuno para los musulmanes. Ayer mismo se conoció el asesinato de 62 personas en tres poblados. El régimen tiende a reducir las cifras que se barajan en la prensa, pero desde él golpe militar que interrumpió en 1992 un proceso legislativo abierto con una victoria parcial de los islamistas del FIS, esta especie de guerra civil larvada se ha cobrado decenas de miles de vidas.
Las autoridades atribuyen las matanzas principalmente al Grupo Islámico Armado . (GIA), en tanto que el Ejército Islámico de Salvación (EIS), próximo al FIS, parece respetar un alto el fuego que pactó con el Gobierno. Pero otras versiones apuntan también a un terrorismo de Estado impulsado por los militares, ya sea tras haber infiltrado las filas del GIA, ya sea armando, formando y encuadrando a grupos paramilitares, o dando armas a la población para su autodefensa. En un país que el Gobierno ha cerrado prácticamente al escrutinio de la prensa internacional, esta guerra sórdida se libra lejos de las cámaras y los testigos independientes, lo que a su vez probablemente dificulta su término. Un primer paso es abrir Argelia a la información.
La propuesta de Washington de una comisión internacional que investigue lo que está ocurriendo ha recibido un rechazo directo por parte del Gobierno argelino, ofuscado ante la crítica francesa al Ejército por no cumplir -porque no puede o porque no quiere- su misión básica de proteger a la población frente al terrorismo en las zonas de mayor peligro. Este rechazo oficial a la injerencia de otros países en los asuntos internos argelinos constituye una primera traba para cualquier acción internacional: ya sea para ayudar a las víctimas del terrorismo o para aportar, como se pretende desde la UE, asistencia técnica para combatir un fenómeno terrorista que, como reconoció ayer el Gobierno británico -en ejercicio de la presidencia comunitaria-, puede acabar extendiéndose por Europa. Londres acierta al insistir en que una misión de la troika comunitaria (Luxemburgo, Reino Unido y Austria) viaje a Argelia para preparar una acción por parte de la UE.
En el mundo de hoy, la doctrina de la no injerencia no puede ya impedir que intervengan organizaciones no gubernamentales (ONG) para aclarar la situación o determinadas actuaciones diplomáticas y políticas de índole humanitaria. Asimismo, por su imparcialidad y carácter especial, habría que presionar al Gobierno argelino para que acepte que viajen a Argelia inspectores especiales del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, tal como propone su titular, Mary Robinson. El régimen de Zerual debería ver estas iniciativas como intentos de ayuda, y no como gestos hostiles.
La pasividad internacional ante las matanzas argelinas debe cesar. Cada muerto en Argelia remueve mucha menos tinta o bits de información que un muerto en Chiapas. Europa no se puede desentender de un país que está en su frontera sur y que vive en un caos sangriento que paraliza cualquier avance hacia la estabilidad y la democracia. Ahora bien, tampoco resulta fácil plantear líneas de actuación por parte de la comunidad internacional, y en particular de la UE. Volver a la situación anterior al golpe es imposible. Avanzar en el camino del diálogo abierto a todas las fuerzas moderadas, incluido el FIS, resultaría viable, pero no garantiza el final del terrorismo. La verdad es que desde fuera no se sabe qué hacer. Una intervención exterior militar o policial es, de momento, absolutamente descartable. Es de esperar que en los próximos días y semanas, los Gobiernos hayan avanzado algo más enanálisis y, además de saber qué ocurre, empiecen a saber qué hacer.
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