La creadora y su ángel
No toda la crítica norteamericana se ha rendido aún a Twyla Tharp (Portland 1942). Lo más granado de los teóricos de la danza neoyorquina la siguen llamando a veces superficial, ligera, demasiado cercana a su pasado de Broadway. Y es verdad, pero de superficial nada.Ésta es la tercera vez que el Festival de Otoño ofrece productos Tharp en Madrid. La primera ocasión fue en octubre de 1986 en el Teatro Español, con dos programas de la Twyla Tharp Dance Company que se cerraban con una obra con música de Glass; la segunda fue indirecta, cuando la Martha Graham Dance Company presentó en el Teatro de La Zarzuela, en octubre de 1993, la obra Demeter and Persephone, y la tercera ahora, con otra compañía ajena.
Tharp! Compañía Top Shows
Heroes: Philip Glass; Sweet fields: William Billings; 66: Esquivel y otros. Coreografías de Twyla Tharp. Festival de Otoño. Teatro Nuevo Apolo, Madrid. 4 de noviembre.
El tándem Glass-Tharp funciona líricamente a una altura que corta la respiración. La coreógrafa entra sin dificultad en un aparato sonoro nada complaciente con el bailarín en, cuanto a metro y acento. No importa. Tharp crea un goce circular con lo que hace, pudiendo calificarse de un arte coréutico del entusiasmo, y ahora, en Heroes, estamos ante un Glass más melódico e intimista y ante la madurez de la coreógrafa, donde usa los recursos de su poso formativo, especialmente Paul Taylor. Hay que tener en cuenta que lo que hay de Graham en las coreografías de Tharp es un perfume más que un gen propiamente dicho (ella sólo estuvo con la gran Martha un año, en 1960).
Si en la gira europea de Twyla Tharp en 1986 titulé una recensión "¡Oh, Carrafa!" por mor de un bailarín suyo de entonces, Jonh Carrafa, y del que glosaba: "un bailarín con grandes dotes histriónicas, Carrafa baila con una animalidad entre felina y aniñada; sus gestos, combinados a una sobria técnica, resultan desconcertantes, como una chispa". Exactamente lo mismo puede decirse hoy de Matt Rivera, un joven que destaca dentro de la plantilla.Es como si Twyla Tharp necesitara tener al frente y en el centro del elenco masculino un ángel de la inspiración. Rivera es un excelente artista en su manera y forma de sentir la música (frunce el entrecejo incontroladamente de pura emoción), y su trabajo en Heroes cumple con un rito sagrado de la gran danza: es un bailarín de nuevo cuño atlético, haciendo un uso desenfadado y casi deportivo de su talento y sinuosidad. El resto de los bailarines demuestra un alto nivel y un entendimiento profundo del estilo tharp.
Volviendo a Heroes, allí hay queja, misterio, pálpito, un desorden nocturnal que poco a poco dibuja una ansiosa desazón que se concreta en violencia, en choques ciegos: es de noche, y todas las mariposas vuelan a estrellarse contra la lámpara.
Prosaísmo
En el centro de la velada, Sweet fields, un canto aéreo optimista, con guiños al sentido último de esos himnos trasnochados, preciosamente iluminado y vestido y donde Tharp desarrolla otra vertiente suya, más cercana a la tradición de la danza moderna del este norteamericano.La pieza que cierra el programa, 66, es una obra de arte pop en toda regla. A veces hay hasta gestos barriobajeros, un tono de prosaismo; allí todo es protonorteamericano en asunto y forma, y vive clara mente la experiencia de la artista en el musical y el cine. La ironía le permite, junto a su gran inventiva, jugar a lo in genuo, a lo simple, pero sólo en apariencia.
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