Hoy se abre el último gran museo del siglo XX
Los Reyes presiden esta noche. la gala inaugural del Guggenheim Bilbao
Las críticas en el entorno político y social por la decisión de las instituciones vascas de embarcarse en lo que algunas voces calificaron de "proyecto faraónico" o contraproducente para los artistas del país han amainado ante la visión de la impactante estructura que se alza al borde de la ría del Nervión. A punto de abrirse al público, el entusiasmo por la arquitectura del museo, una singular construcción de cristal, piedra y titanio, es prácticamente unánime. Las dudas sobre el contenido artístico se empiezan a disipar y las protestas del mundo artístico se han centrado en la escasez de autores locales y el temor a que la actividad del Guggenheim ensombrezca la creación de los artistas vascos.El director de la Fundación Solomon R. Guggenheim, Thomas Krens, responsable de la expansión internacional de la entidad, hace una mueca de disgusto al escuchar que el museo de Bilbao es sólo una franquicia de la entidad neoyorquina. "No es una franquicia, porque no es una cadena de instituciones iguales", dice. "Bilbao tiene relación con Nueva York, pero no es igual". Krens, un especialista en la gestión económica de las entidades artísticas de casi dos metros de estatura, prefiere hablar de la "constelación Guggenheim", formada por las estrellas de Nueva York, la sede de la Quinta Avenida diseñada por el arquitecto Frank Lloyd Wright y el edificio del Soho, el museo de Venecia, y el de Bilbào.
Buena parte de la diferencia que tenga el Museo Guggenheim Bilbao vendrá marcada por la colección propia que logre reunir para completar los fondos procedente de los centros de Nueva York y Venecia. El presupuesto prevé destinar 6.000 millones a la adquisición de obras de arte.
Una, parte de este dinero ha permitido resolver los problemas surgidos entre el museo y Eduardo Chillida, el artista vasco de mayor proyección internacional. El museo ha adquirido cuatro esculturas, realizadas en los últimos años, para representar a Chillida de acuerdo con los gustos del escultor, disconforme con la selección inicial de obras de cerca de 30 años de antigüedad.
Dos tercios del dinero disponible ya han sido gastados. Se invirtieron, en primer lugar, en la compra de obras del neoexpresionista alemán Anselm Kiefer, de los representantes del expresionismo abstracto Willem de Kooning, Mark Rothko y Clyfford Still, y en encargos específicos para el museo de Bilbao, como la serpiente del escultor Richard Serra, pinturas de Francesco Clemente, -un representante de la denominada transvanguardia italiana- y una instalación conceptual de Jenny Holzer.
A este primer paquete de compras se ha sumado en vísperas de la inauguración otra partida heterogénea de piezas de arte. Entre estas compras destacan dos lienzos de Miquel Barceló, cuatro piezas de Julian Schnabel, dos obras de Robert Motherwell, y varios ejemplos del pop, firmados por Andy Warhol, (una de sus célebres repeticiones del rostro de Marilyn Monroe), Robert Rauschenberg y James Rosenquist.
A ellas se han sumado un mural geométrico de Sol LeWitt, y una composición fotográfica de Gilbert & George, y un tápies. Sin contar a Tàpies, Barceló y Chillida, la representación de los artistas españoles, y vascos en particular, en la colección propia es minoritaria. Por el momento, ya se han comprado obras de Juan Muñoz, Susana Solano, Cristina Iglesias y una instalación multimedia de Francesc Torres; entre los artistas vascos se ha adquirido obra de Txomin Badiola, Juan Luis Moraza y Prudencio Irazabal. Pero no todas las adquisiciones han sido incluidas en la exposición. Algunas de ellas, permanecen en los almacenes.
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