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REAPERTURA DEL REAL

Una vision conservadora de lo español abre el Real.

El público se mostró caluroso con los artistas, pero se escucharon críticas a los dos montajes

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147 años después

A las nueve en punto de la noche de ayer la música de Falla rompió el maleficio que pesaba sobre el Teatro Real, con las primeras no tas de El sombrero del tres picos. Presidieron desde el palco real don Juan Carlos, doña Sofía y el príncipe de Asturias. En el palco de su derecha se encontraba el presiden te del Gobierno, José María Aznar, acompañado de su esposa Ana Botella. En el de la izquierda la ministra, de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón y Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura. Personalidades de la política, la economía y la cultura abarrotaban hasta el últímo rincón de la sala. Era una no che cargada de simbolismo.Cientos de personas que desde horas antes del comienzo de la representación esperaban en la plaza de Oriente la llegada de los invitados permanecían aún allí pasadas las 12 de la noche para observar la salida de los asistentes y vitorearles en los casos de los más populares.

Elegancia discreta

La elegancia discreta lució en la sala y en ese tono destacaron, además de la Reina, algunas mujeres como la infanta Pilar, hermana del Rey, Teresa Berganza, Paloma O'Shea, Pilar Miró e Inés Sastre, que llevaba un tocado poco adecuado para la ópera. Esplendorosa estaba en el palco número 13 Carmen Alborch, acompañada de los duques de Alba y Jerónimo Saavedra.

El mundo de la música estaba representado por cantantes como Plácido Domingo,Teresa Berganza y María Orán, directores de orquesta como Ros Marbá y compositores como Cristobal Halffter, Antón García Abril, Luis De Pablo, Carmelo Bernaola, José Luis Turina, José Ramón Encinar, Jorge Fernández Guerra, Alfredo Aracil o Tomás Marco. De la representación extranjera destacó la presencia de Gerard Mortier, director del festival de Salzburgo, recibido con amabilidad por la ministra de Cultura (de rojo intenso). Mortier, que durante la mañana había ultimado las condiciones técnicas y artísticas del proyecto La condenación de Fausto para Salzburgo con La Fura dels Baus, elogió la belleza de la sala y se quedó entusiasmado especialmente con la intervención del Orfeón Donostiarra. El mundo de la cultura estuvo representado por escritores como Camilo José Cela, Manuel Vicent y Francisco Umbral, pintores como Eduardo Úrculo y directores de cine como Gutiérrez Aragón, Carlos Saura y Pilar Miró. El mundo de la comunicación estuvo representado por Jesús de Polanco, Juan Luis Cebrián, Fernando López Amor, Iñaki Gabilondo y Pedro Pérez. Los directores de teatros y festivales españoles acudieron casi al completo: Caminal, del Líceo de Barcelona; Emilio Sagi, del Teatro de la Zarzuela de Madrid; José Luis Castro, del Maes tranza de Sevilla; Luis Iturri, del Arriaga de Bilbao; Nebot, del Festival de Canarias. Los comentarios que se repetían más frecuentemente eran de complicidad por la puesta en marcha del Teatro Real, a pesar de que el espectáculo de presentación defraudó a bastantes de los asistentes. Eran casi todos co mentarios en voz baja, como temiendo romper el encanto de la noche. Julio Anguita fue el último en ocupar su localidad del patio de butacas.

Una de las mayores sorpresas fue la decoración de la segunda planta: chillona, pretenciosa y de nuevos ricos, como si se tratase de un hotel americano de lujo. ¡Qué gran oportunidad perdida en un país que tiene algunos de los mejores pintores del mundo! Varios asistentes se quejaron de, la escasa visibilidad en algunas localidades. Los espectadores de paraíso, popularmente conocido como gallinero, se inquietaron ante el movimiento de la lámpara central en el inicio dé la repre sentación. Varios centenares de guardaespaldas, guardas jurados y policías velaron por la seguridad de los asistentes, mientras el público acogió el espectáculo con respeto pero sin excesivo entusiasmo. El Teatro Real ya ha arrancado. Madrid ha recuperado el esplendor de su teatro de ópera.

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