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Garzón pide al Gobierno que proteja a la familia de Scilingo

El juez Baltasar Garzón, que tramita un proceso por delitos de genocidio y terrorismo por la desaparición de españoles durante la dictadura militar en Argentina, solicitó ayer al Gobierno, de aquel país que proteja a la familia del antiguo capitán arrepentido Adolfo Scilingo, que declaró por segundo día en la Audiencia Nacional. Scilingo reclamó protección para su mujer y sus cuatro hijos antes de seguir colaborando con el juez y de entregar una lista de más de 100 militares implicados en los crímenes cometidos durante la dictadura (1976-1983). Hoy reanudará su declaración.

Durante más de cinco horas, Scilingo describió los horrores que presenció en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) durante el periodo en el que estuvo, destinado como responsable de mantenimiento eléctrico, entre diciembre de 1976 y de 1977. Sólo uña sutil, pero sustancial diferencia con respecto a la declaración del día anterior: si el martes admitio haber intervenido en los denominados vuelos de la muerte, en los que se arrojaba a personas vivas desde aviones al mar -lo que puede acarrearle una importante condena-, ayer Scilingo no se autoinculpó de nada, sino que desparramó las culpas entre sus antiguos jefes.Scilingo, de lágrima fácil, según explicó el abogado Manuel Ollé, representante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, se emocionó cuando recordó ante el juez la primera vez que vio a los detenidos en el ático de la ESMA, un lugar conocido como La capucha. "Por eso estoy aquí",dijo.

El ex marino indicó que subió con un su suboficial aI ático para arreglar un ventilador. Lo primero que presencio fue una embarazada desnutrida, que era la única del medio centenar de personas que allí había que no tenía el rostro cubierto con una capucha. Todos llevaban esposas en las muñecas, grilletes en los tobillos y arrastraban cadenas. Scilingo suspiró y derramó unas lágrimas.

Scilingo describió el organigrama de la ESMA, cuyo máximo responsable era el almirante Emilio Massera, comandante en jefe de la Armada, que acudía al lugar dos veces por semana. El director era el contralmirante Rubén Jacinto Chamorro y los jefes de grupo fueron Olegario Menéndez, Jorge Raúl González y Jorge Raúl Vildoza, en diferentes épocas. El ex oficial destacó que los partos de las detenidas y los repartos de los niños recién nacidos estaban controlados por Acosta, Vildoza, Chamorro y Massera, mientras que el jefe de los médicos que operaban y atendían los partos era Oswaldo, Mañaco. Respecto de las incineraciones de cadáveres, los llamados asados, Scilingo relató que estaban a cargo de un suboficial apodado La Bruja, del que no recuerda el nombre, pero que reconocería porque tiene una cara muy peculiar. Scilingo relató que en los sótanos de la ESMA había picanas (aparatos con electrodos para torturas) y que en 1976 había más muertos porque los verdugos eran inexpertos.

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