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El Ayuntamiento cerrara los bares que permitan sacar copas a la calle

Antonio Jiménez Barca

El Ayuntamiento quiere ponerse duro con los bares cuyos clientes piden las copas en la barra pero luego se las toman en la calle. El primer teniente de alcalde y concejal de Seguridad, José Ignacio Echeverría, de quien depende este asunto, está dispuesto a modificar la ordenanza existente al respecto para que la Policía Municipal pueda clausurar estos locales. Así lo aseguró ayer.Actualmente, la ordenanza que regula esta cuestión, aprobada en 1990 por el PP cuando gobernaba con el CDS, no ayuda a los propósitos municipales. Reza así: "No está permitida la consumición de bebidas fuera del establecimiento en que se expendan". El concejal de Seguridad se pregunta: "Con este texto, ¿qué hago? ¿Multo a los chavales que beben en la calle? ¿Mando batallones de policías a que vigilen las aceras? No dice nada de quién tiene la culpa y de qué es lo que tenemos que hacer". Lo de la culpa es lo primero que quiere solucionar el concejal. Lo que propone Echeverría es que a la ordenanza se le añada una frase que especifique: "El local que sirve las copas es quien contraviene la ley". De esta manera, piensa el concejal, los locales "se cuidarán muchísimo de que sus clientes se tomen las copas en la calle porque, tras una sanción, se les puede clausurar el negocio". El nuevo texto de la ordenanza también fijará la cuantía de las sanciones y el tiempo de cierre del local.

Echeverría dijo ayer sentirse "muy preocupado" por los jóvenes que toman alcohol en la ciudad. Para él, es la principal causa del aumento de accidentes de tráfico en la capital. Pero también, añadió, hay que pensar en los vecinos que soportan la juerga callejera "debajo de su casa cada fin de semana".

El concejal aporta otra razón para cambiar la ordenanza: "Los bares que permiten que sus clientes tomen copas en la calle contravienen otra norma. Piden que se les conceda la licencia para un aforo concreto. Pero luego, con la picaresca de dejar que se saquen las copas, atienden a más clientes. No es justo".

Los dueños de los bares no creen que el cierre sea "una solución"

El gerente de la Federación Empresarial de Cafés, Bares y Tabernas, Juán José Blardoni, manifestó ayer a la cadena Ser que el cierre de locales que permitan a sus clientes beber en la calle "no es una solución al problema". Blardoni piensa que la mayoría de los jóvenes que beben en las calles y plazas de la ciudad no toman copas en los bares, sino que compran botellas en supermercados.Ahora mismo, los servicios jurídicos del Ayuntamiento estudian si el cambio del artículo de esta ordenanza contraviene alguna ley existente del Estado o de la Comunidad. Echeverría cree que no y que, por tanto, bastará con que el pleno municipal, con mayoría del PP, apruebe la modificación del texto para que la Policía Municipal pueda empezar a actuar.

El concejal de Seguridad precisó que la idea no es sólo del Ayuntamiento de Madrid, sino de otros municipios interesados en acabar con la costumbre de que las aceras se conviertan en bares permanentes. "En la Federación de Municipios se está discutiendo este problema desde un punto de vista nacional", dijo ayer. Este fin de semana, entró en vigor una ley de la Generalitat valenciana que impide beber alcohol en la calle. Las multas por infringirla son millonarias.

Echeverría precisó ayer otra cosa: el cierre del local infractor no se efectuará automáticamente. El negocio recibirá en primer lugar la visita de inspectores "que no tienen por qué ir uniformados", según el concejal; si se comprueba que la clientela bebe en la calle, "se le impondrá una sanción aún no determinada". Si el dueño del local sigue días después haciendo oídos sordos a la ordenanza, "se le clausurará el local por un tiempo todavía no prefijado".Malasaña y Huertas

Los vecinos que más se quejan de la parranda callejera que les impide dormir son los de los barrios de Malasaña y Huertas. En el primero, la fiesta empieza, por lo general, los viernes a eso de las siete de la tarde. Y el nuevo texto de la ordenanza ni siquiera le afectará: muchos chicos no tienen 16 años, por lo que no pueden entrar en los bares y compran coca-cola y vino, ingredientes del calimocho, en las tiendas de comestibles cercanas. Estos establecimientos no cierran hasta mucho después del horario reglamentarlo (21.30). Cuando la mezcla del calimocho ya está a punto, los jóvenes se sientan en las aceras de la plaza de Juan Pujol a beber hasta altas horas de la madrugada. Javier, que reside en la calle de Velarde, aseguraba en junio que los fines de semana duerme con tapones en los oídos.

En el barrio de Las Letras, la perspectiva es igual. Tomasa Casado, de 54 años, este verano, aseguraba que cada fin de semana huía de casa para poder descansar. Aquí, más que los amigos de consumir copas en las calles, molestan los que van de bar en bar pegando gritos.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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