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45 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Derrotas argentinas

No sólo fue ayer un día argentino por la poderosa película de Adolfo Aristaráin. Por una de esas aparentes casualidades buscadas por los programadores de todo festival que se precie, la oferta de ayer incluyó por lo menos otros dos filmes argentinos, diametralmente opuestos en cuanto a adscripción genérica e intenciones, pero ambos presididos, de una u otra forma, por la sombra de una derrota.La vida según Muriel, de Eduardo Milewicz, primera película a competición dentro de la sección Zona abierta-Zabaltegi, es una discreta, casi humilde peripecia entre mujeres. Parte de un comienzo esplendoroso: Laura, bella madre en la treintena, abandona a su amante y emprende viaje con su hija, la Muriel del título, cuya mirada se confundirá con frecuencia con la del propio narrador, y cuya voz en off pautará el entero decurso del filme. Pero el tal viaje pronto se revelará una catástrofe, una metáfora del propio desastre que es la vida sentimental de la impulsiva Laura: mientras espera para sacar una foto de ella y su hija junto a un paradisiaco lago austral, el coche en que viajan emprende una lenta pero segura marcha hacia el fondo del estanque; y dentro de él, la ropa y los ahorros de ambas.

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Lo que ocurre a partir de entonces, con Laura y Muriel como forzadas inquilinas de una mujer a su vez abandonada por su marido, será una historia de pequeños triunfos cotidianos y de un delicado, difícil equilibrio final. Milewicz mima a sus criaturas instalándolas en el centro de una narración convencional, pero contada con efectividad y humor. Le sobra algún detalle cursi, como una pegadiza canción que hizo las delicias del público donostiarra, y no ciertamente por las intenciones por las que estaba metida en el filme. Pero tiene también la envidiable virtud de conocer sus limitaciones: jamás pretende más que contar esa historia pequeña, de gente corriente en un mundo en el que los hombres son mirados casi como criaturas incomprensibles... aunque necesarias.

Lo de Cazadores de utopías es otra cosa. Incluida en la selección anual que la Federación Internacional de Críticos, la Fipresci, organiza en el marco del festival, el documental de David Blaustein es la crónica detallada y tremenda de una sangrienta y doble derrota colectiva, la que vivió la sociedad argentina en su conjunto tras el golpe de Estado del general Videla, y la que padeció en sus carnes la izquierda peronista en la cual el propio Blaustein militaba.

Tiene la película una muy ortodoxa manera de situarse frente a la materia a abordar: entrevistas en presente, algunos fragmentos documentales pretéritos. Lo hace, además, con inteligencia a la hora de situar a cada uno de, los personajes en un contexto físico que es, hasta cierto punto, su propio territorio; y más inteligencia aún demuestra Blaustein a la hora de elegir los testimonios, que de alguna forma involucran desde militantes de base del interior hasta asesores presidenciales, desde profesores universitarios hasta obreros en paro, una verdadera micromuestra del país en su conjunto.

De todos ellos brota a borbotones la historia no oficial, en ocasiones con desgarrados tonos autocríticos, casi siempre con la lúcida certidumbre de que una generación entera de argentinos quemó su juventud en desigual lucha perdida de antemano, entre otras cosas, por los gruesos errores de unos dirigentes cuya irresponsabilidad histórica fue mayúscula. El agradecimiento del respetable al director es doble: por la claridad con la que desde sus imágenes emerge un diagnóstico histórico que nunca esconde la ideología que lo sustenta y por la casi púdica forma en que aborda el horror, la tortura en primera persona: dos testimonios casi asépticos de puro precisos, y por ello mismo desgarradores en su rotundidad, nos recuerdan que los cazadores de utopías, no hicieron bien su trabajo. La memoria resistente sigue siendo el infranqueable muro contra el que siempre chocará su bestialidad.

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