Un oficio como gancho

Es una última red, lanzada i do las anteriores ya están hechas trizas. Los programas de garantía social pretenden formar como carpinteros, jardineros o fontaneros a chavales de 16 a 21 años que abandonaron la escuela antes de tiempo o pasaron por ella con más pena que gloria. El aprendizaje de un oficio en clases poco rígidas y con menos de 15 alumnos es el gancho de esta segunda oportunidad. Con ella se intenta repescar para el sistema educativo o facilitar una formación laboral básica a chicos que poseen como mucho el Graduado Escolar y son carne de cañón del paro juvenil.En programas de 12 meses (salvo excepciones de dos años), el sistema educativo pretende evitar que estos muchachos, a los que durante años fue incapaz de seducir, se den de bruces contra el desempleo y la marginación.

A menudo, las gubias y los serruchos despiertan el interés de quienes estaban reñidos con las aulas. Esa metamorfosis es conocida en el taller de electricidad de la asociación de vecinos del Fontarrón, en Madrid. Mavi Urzáiz, su coordinadora, explica que en el taller el absentismo es casi inexistente. "Chavales con una autoestima muy baja comienzan a valorarse al ver que pueden ganarse la vida como electricistas o fontaneros y por eso vienen con interés", afirma.

Urzáiz, como otros monitores, plantea que es muy dificil remover en un curso los obstáculos de años. "Al menos serían necesarios dos años, porque estos jóvenes tienen una gran carencia de recursos personales y les resulta muy dificil desenvolverse para buscar trabajo", añade.

Red paralela

Pero en los planes del ministerio no figura ampliar la duración de estos programas. ¿La razón? Que la garantía social es una medida excepcional, prevista en la LOGSE para quienes no han alcanzado los objetivos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y que, si se ampliasen los cursos, acabaría convirtiéndose en una red educativa paralela.El Consejo Escolar del Estado, en el informe aprobado el pasado viernes, hace hincapié en que estos programas deben tener carácter recuperador, de forma que los chicos puedan seguir estudiando tras superar las dificultades. "Sería muy pernicioso que sirvieran, de forma solapada, para disuadir del sistema educativo a los jóvenes", indica.

Para evitar este riesgo, Consejo propone que en cada dirección provincial o consejerías cree un equipo que, junto a la inspección, decida sobre la integración de cada chico a estos programas y haga un seguimiento. Asimismo aconseja que el grueso de estos cursos se impartan en centros educativos y que se vele por su ejecución cuando los prestan asociaciones.

Dami Pérez, de 16 años, tiene muy claro que los talleres de garantía social y la escuela son cosas muy distintas. "Antes de apuntarme aquí no hacía nada, estaba por el barrio", explica. "Corno no me gustaba el colegio, me salí sin el título de Graduado. Después me marché a otros talleres de carpintería y tampoco me iban", añade. "El Poneti, un amigo, me contó esto del taller y me vine. Está bien, porque puedes buscar curro de electricista", concluye.

Varios de sus compañeros llegaron a matricularse en FP. "Pero nos iba mal, porque había que estudiar también asignaturas de física y humanística, y además, casi no podías ni moverte", aseguran. "Aquí es todo más práctico. No hay notas ni exámenes, y aprendes un oficio trabajando como los profesionales", añaden. Algunos alumnos disponen del Graduado, Otros no. Y hay quienes aseguran que lo obtuvieron regalado. "Cuando te lo dan, es para perderte de vista en clase o porque sin él no te comes nada".

Este tipo de enseñanza no reglada, impartida desde hace tres cursos, tiene cuatro modalidades. Una de ellas, los talleres profesionales, va dirigida a los chavales en riesgo de marginación que, además de haber abandonado la escuela, proceden de barrios con el azote del paro, el analfabetismo y la droga. La prestan organizaciones vecinales, humanitarias o sindicatos.

Este curso ha sido complicado para ellos. En noviembre de 1996, el Ministerio anunció una partida de 340 millones para sus subvenciones. Eso suponía un recorte del 45% respecto al curso anterior. Hubo protestas, y Educación amplió la cuantía a 638 millones (en el 95-96 fueron 600). Después, la queja de las asociaciones ha venido motivada por la tardanza en recibir el dinero.

El equipo de Esperanza Aguirre se ha comprometido a que en el nuevo curso exista una mayor rapidez en el proceso de subvenciones y a incrementar un 5% el presupuesto para estos talleres.

Otra modalidad es la iniciación profesional, que se imparte en centros públicos y privados. Va dirigida a chicos con fracaso escolar pero que han permanecido escolarizados y no proceden de entornos marginales. El objetivo es lograr que se reconcilien con la escuela y dar, por ejemplo, al grado medio de FP.

El tercer tipo de programa es el de formación-empleo, que se pone en marcha mediante convenios con municipios (o con fundaciones empresariales) y pretende que los ayuntamientos contraten a los chicos que forman como operarios. Va dirigido a chavales que, sin estar en el filo de la navaja, descartan estudiar. Existe una última modalidad para discapacitados en centros públicos y asociaciones.