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56º FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Tres cineastas adictos a la pasión de fabular

Nuevos libros de una colección que acoge trabajos de escritura cinematográfica

Estos libros no provocarán muchas colas en busca de la firma de sus autores. No están en listas blancas de lectores fetichistas ni son literatura de moda, sino libros reflejos, caídos de las películas a que dieron origen. Pero la publicación (Planeta) de los guiones de los, filmes Hola, ¿estás sola?, Tesis y Familia, reanudan el goteo de libros de esta especie, rara en España y, sin embargo, indispensable para que crezca el número de espectadores de cine que no se limitan a consumirlo y desveladora (por ser base de tres películas españolas de gran audiencia) de por dónde se mueve hoy aquí la vieja pasión de fabular.

Hola, ¿estás sola? procede de un cuento escrito por Icíair Bollaín en 1988 y que arranca así: "Tenía yo un sujetador de veinte duros y un novio que no sabía desabrochármelo". Y cuenta la cineasta: "Era un relato que recogía unas veces anécdotas oídas aquí y allá y se inspiraba otras en experiencias propias". Alude así al batiburrillo inicial que hay en la madeja de todo buen guión de película, antes de que su escritora encontrase un hilo, tirase de él y pusiese en orden la disparidad de materias que maneja. Es una antigua pero viva manera que el cine tiene de construir el continuo secuencial que William Goldman considera la aportación insustituible del escritor a la pantalla.El guión a que dio lugar el relato de Bollaín hace suya la paradoja de que, para lograr una película viva, es imprescindible la coexistencia de una armazón cerrada con unas rendijas abiertas en su entramado, que permitan introducir en la construcción más y más giros de imagen o de enriquecimiento de la imagen. Un buen guión está siempre inacabado, pues no finaliza más que con su fijación en película, es decir, con su muerte como guión. Y de ahí otro rasgo de estos libros: carece de sentido su lectura sin conocer el filme de que proceden y al que conducen.

Si Bollaín traza con sutiles pinceladas las vueltas y revueltas de un itinerario íntimo en un filme de camino, Fernando León en Familia y Alejandro Amenábar en Tesis nos encierran en laberintos trazados con tiralíneas con dos guiones -de signo opuesto: en clave de humor el primero y de horror el segundo- sobre situaciones cerradas, enclaustradas. Dice León: "Familia es la historia de un sueño infantil: inventarse una familia, la que no has tenido o la que tienes y no te gusta. De eso habla: de lo que tienes y de lo que quieres tener, que casi nunca coinciden. Y de cómo eso, que parece terrible, a lo mejor no lo es tanto".

Solvencia

Es Familia un trabajo de construcción que despide hacia el lector sensación de solvencia, pues es un esbozo muy claro de una situación muy compleja y de un apuramiento de las variantes con que el escritor la hila en imágenes. La impresión que causa es que, de una poderosa ocurrencia que permite desarollos opuestos -uno atento a la lógica de la verosimilitud y otro inclinado a acentuar la metáfora Fernando León elige el primero y lo encadena con mucho tiento y sentido de la medida. Bordea la frontera de lo imposible, pero nunca la traspasa.Sobre el suelo movedizo de una fabulación amenazada por la caída en lo excesivo se mueve la escritura de Tesis, que -al contrario que el sutil bordado de Hola, ¿estas sola? y el despligue ajedrecístico de Familia- tiene algo de esa curiosa ingeniería del olfato que da entramado a muchas películas. Cuenta Amenábar cómo se desarrolló la escritura: "Escribí Tesis entre junio y agosto de 1994. [Estaba en ello] cuando un día un amigo me llamó y mepreguntó cuanto me faltaba para terminarla. Le dije que dos semanas, pero la terminé aquella noche".

Los tres nos ponen ante modelos de fabulación de estilo y dinámica dispares. Bollaín afronta el reto de introducir en una sola imagen dos o tres o cuatro estratos de percepción; Fernando León maneja con soltura el desarrollo situacional en círculo: una ficción dentro de otra ficción; y Amenábar ofrece un vertiginoso ascenso en espiral de un acorde emocional. Para quienes buscan en el cine más que tiempo de ocio y aspiran a escudriñar dentro de una pantalla cómo funcionan la pasión de fabular y las leyes que organizan su fijación en imágenes, son adquisiciones impagables.

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