Amigos y lectores de García Hortelano se reunen para recordar al escritor
Sus cuentos y sus artículos se publican en dos volúmenes
Porque desde T. S. Eliot abril es un mes cruel, y en abril hizo cinco años de la muerte de Juan García Hortelano, ayer, un domingo de mayo (lluvioso en Madrid, como si fuera de abril), amigos y lectores del escritor se reunieron en la librería Crisol para homenajearle. La excusa fue la publicación en Alfaguara de Cuentos completos (con toda su producción breve, incluidos dos inéditos) y de la recopilación de artículos Crónicas correspondidas.
Este volumen reúne artículos aparecidos en su mayoría en EL PAÍS, de cuyo comité editorial formó parte García Hortelano. Lo recordó ayer Ángel S. Harguindey, adjunto a la dirección de EL PAÍS y coordinador de la abarrotada mesa redonda, quien ponderó el sentido común que aportó Hortelano a aquellas reuniones: "Un sentido común que también está en sus artículos, en estas crónicas correspondidas".El escritor Vicente Molina Foix lamentó que la inercia literaria envíe "al limbo o al Olimpo a todo escritor que desaparece". Una situación de la que saldrá, dijo, con rescates como éstos. "Como éstos y como otros que ojalá se produzcan, porque Juan es una presencia viva, y tenemos demasiada tendencia a descartar escritores así de nuestra memoria literaria".
Para el profesor y crítico Luis Izquierdo, Hortelano no sólo ha sido un escritor importante e imprescindible, sino, además, una persona entrañable. "Era demasiado simpático, demasiado bueno, su presencia oxigenaba tanto el ambiente en el que estábamos que todo esto, a la larga, ha perjudicado su obra". Una obra que destacaba, señaló Izquierdo, por una especial habilidad para los diálogos.
El poeta y académico Angel González, el más viejo amigo de Hortelano de los presentes, quiso subrayar una cualidad personal del autor de El gran momento de Mary Tribune: su extremada generosidad. "La casa de Juan, en el barrio de Argüelles, ha sido para los jóvenes novelistas lo que supuso la de Aleixandre para los jóvenes poetas. En ella había ginebra y whisky, generosamente servidos, pero, sobre todo, había generosidad para ejercer el magisterio; todos los jóvenes novelistas le deben algo".
Es el caso, desde luego, de Almudena Grandes, que le debe, primero, el poder publicar (Hortelano estaba en el jurado que premió su primera novela, Las edades de Lulú), y, segundo, el haberle permitido reconocer en El gran momento de Mary Tribune "un Madrid que yo, como madrileña, creía que existía, un Madrid vivo y creativo, nada que ver con ese Madrid gris, mediocre y funcionarial, que es el que aparecía en las novelas que yo leía. Juan me devolvió mi ciudad". Y a la catalana Rosa Regás, Hortelano también le permitió descubrir otra imagen de Madrid. "Juan, a todos, además, nos enseñó a vivir, y a entender la vida".
Para Martínez Sarrión, que esté hoy Hortelano (o Juan García, como prefirió llamarlo el actor José Sacristán, quien leyó fragmentos de sus prosas) en el limbo o en el Olimpo es algo intrascendente. "Bienvenidos sean estos dos libros, desde luego, pero Hortelano está más allá de la oportunidad o inoportunidad de su revisión. Es un clásico, y los clásicos, como los viejos rockeros, nunca mueren".
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