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FIN DEL RÉGIMEN ZAIREÑO

La fuerza internacional apenas veló armas

Ramón Lobo

Las tropas internacionales que se hallaban acantonadas en la vecina República de Congo se acostaron el viernes en situación de máxima alerta. Apenas sí durmieron. La evacuación minuciosamente planeada durante semanas estaba a punto de ponerse en marcha. Siete Zodiac negras atestadas de soldados británicos de élite recorrieron veloces las oscuras aguas del bello río Congo, en busca de signos de alarma. Las embajadas occidentales, lugares previstos para la concentración de los 5.000 extranjeros aún residentes en este país, mantenían contacto permanente. Había una gran excitación. El eco sordo de los disparos de Kinshasa hacía temer lo peor.El avance rebelde, que se hizo rápidamente con el control de los puntos neurálgicos de la ciudad, calmó la situación e hizo innecesario, por el momento, el trasiego de helicópteros y soldados armados hasta los dientes. El peligro de un vacío de poder y de los temidos pillajes había desaparecido. El vacío fue de horas y los saqueos, mínimos.

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Las tropas rebeldes toman Kinshasa sin apenas combatir

Los 137 españoles que están en Kinshasa se encuentran bien. Muchos de ellos pasaron una noche de miedo. Radio Wojtyla, la emisora por la que se comunicaban dos veces al día, empezó a escupir noticias desde las cinco de la mañana. Los religiosos, como si fueran puestos avanzados de información, daban cuenta de cada cambio. El embajador español, José Antonio Bordallo, se mantuvo todo el día pegado a la emisora de radio, calmando temores, recibiendo alegrías. Lo que todos habían temido como una pesadilla, la matanza de blancos, era ya casi imposible. Lo peor había pasado.

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