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EE UU levanta de hecho el embargo de armas de alta tecnología a Latinoamérica

La luz verde de la Casa Blanca a la venta a Chile de aviones F-16 fabricados por la compañía Lockheed supone de hecho el fin del embargo de armas de alta tecnología a América Latina, impuesto en 1977 por el entonces presidente Carter, debido a la proliferación de dictaduras militares. La progresiva democratización de América Latina y el descenso de la venta de armas han hecho que los grandes fabricantes de EE UU presionen al presidente Clinton para anular el embargo, que se ha mantenido relativamente.

A pesar del embargo, en 1982 se vendieron 24 aviones F-16 a Venezuela. La Casa Blanca ha autorizado a Lockheed a presentar una propuesta técnica y económica sobre los F-16 que fabrica al Gobierno de Chile, que desea adquirir una veintena de aviones de combate de la última generación. Chile había adelantado que si no le ofrecían los F-16, estudiaría las ofertas que ya tiene para adquirir aparatos suecos JAS-39 Gripen o los franceses Mirage 2000-5. La adquisición de esa veintena de aparatos cambiaría el equilibrio militar en el Cono Sur a favor de Chile que no tiene, como le ocurre a Argentina, restricciones presupuestarias en materia de Defensa. Este último elemento había sido el esgrimido en Washington por los partidarios de mantener el embargo, que temen una carrera de armamentos por razones de prestigio en América Latina.La Casa Blanca estaba convencida desde el pasado verano de la necesidad de eliminar formalmente el embargo, como un elemento importante para contrarrestar el fuerte desequilibrio de la balanza comercial de EE UU, y se mantenía a la espera de una buena oportunidad para hacerlo, a pesar de las serias críticas de las organizaciones que consideran lamentable que los presupuestos de los países latinoamericanos se vean mermados por una inevitable carrera armamentista. La reciente gira latinoamericana del presidente francés, Jacques Chirac, y su agresiva política comercial ha jugado un papel decisivo para liquidar las últimas dudas, igual que la decisión de Perú de comprar una partida de 15 Míg-29 rusos a Bielorrusia en diciembre de 1996.

Chile, en negociaciones para ingresar en el Tratado de Libre Comercio y en plena sintonía con el Gobierno de EE UU, es el primer país, desde hace 20 años, en el que los fabricantes norteamericanos competirán abiertamente, según el diario El Mercurio, con marcas europeas como la sueca Gripen y la francesa Mirage.

Estimaciones de expertos en el mercado de Defensa indican que las posibles ventas de aviones de combate y equipamiento a países latinoamericanos supondrían unos 12.000 millones de dólares anuales (1,7 billones de pesetas) para las empresas de EE UU. Lockheed Martin, número uno de la industria defensiva norteamericana, y el resto de los grupos que están atravesando un periodo de fusiones y de reorganización para adaptarse a las nuevas realidades del sector, han ejercido intensas presiones porque consideran que Latinoamérica, junto con Asia, es el gran mercado de venta de armas de los próximos 20 o 25 años.

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