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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto de legislatura

EL GOBIERNO y el PNV realizaron ayer una eficaz puesta en escena del acuerdo según el cual los nacionalistas vascos apoyarán al Ejecutivo durante el resto de la legislatura a cambio del mantenimiento del cupo vasco en sus niveles actuales (6,24% de participación del País Vasco en el conjunto de la economía nacional) y de un calendario más o menos aproximado para ejecutar las 41 transferencias pendientes. Aunque Ardanza y Arzalluz han tenido el cuidado suficiente como para advertir que tal apoyo no es un cheque en blanco, es decir, que el PNV podrá discrepar o pactar discrepancias coyunturales en su apoyo parlamentario, el fondo del acuerdo queda muy claro: apoyo político del PNV a cambio de mantener el cupo. Aznar y Ardanza han orillado el asunto más grave en las relaciones entre el poder central y Ajuria Enea, que es la política antiterrorista, y han pactado cuestiones más prácticas. La confrontación de opiniones sobre la lucha antiterrorista queda simplemente etiquetada como zona de desacuerdo.Aunque la tentación más fuerte en este caso es considerar el acuerdo como episódico o epidérmico, lo cierto es que puede tener consecuencías complejas para la actual relación de fuerzas políticas en España. Una primera consideración, ineludible, sería la de valorar el alto precio que han puesto los nacionalistas vascos a sus es caños parlamentarios. El Gobierno, con su estilo aproximativo y opaco habitual, sin cifras ni cálculos, ha pagado ese coste probablemente para desactivar la peligrosa acumulación de problemas y desavenencias que ha planteado el PNV desde el propio Gobierno vasco y desde la prensa, sea la incomparecencia de Ardanza a la cumbre autonómica o las recientes declaraciones de Arzallus en Le Monde, sin olvidar el rocambolesco episodio de la visita del peneuvista Rubalcaba al etarra Txikierdi, repudiada por el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, uno de los grandes ausentes, junto con Rodrigo Rato, del acuerdo anunciado ayer.

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El pacto para lo que resta de legislatura es, además, una poderosa llamada de atención a Convergéncia i Unió. El alcance de este aldabonazo en los oídos catalanes debe producir una sensación cercana a la advertencia; no solamente por el hecho de que se suscriba un acuerdo explícito con una fuerza política menos representada en el Congreso que la propia CiU, sino porque el precio pagado al PNV parece confirmar un trato privilegiado a los nacionalistas vascos, en abierta desigualdad con el tratamiento que se aplica al socio principal, que es CiU. Lo que a Pujol le cuesta arduas negociaciones conseguir, si es que lo consigue, Ardanza y Arzallus parecen lograrlo con suma facilidad, gracias a una política de agresivo enfrentamiento previo.

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Está por ver, además, cuál es la reacción del principal partido de la oposición, el PSOE, a este acuerdo muñido y comunicado al amparo del tiempo muerto que suele constituir la Semana Santa. Los socialistas, que son socios del PNV en el Gobierno vasco, han mantenido serias reservas sobre la Ley del Concierto Vasco y sobre el cupo por el, peligro que pueden suponer para una financiación más equitativa de las autonomías.Si el PSOE se opusiera a la Ley del Concierto o se enfrentara abiertamente al mantenimiento del cupo vasco, las consecuencias para el pacto PNV-PSOE en Euskadi podrían ser graves.

El acuerdo Aznar-Ardanza toca muchos de los frentes sensibles de la política española, pero, estando justificado probablemente por el deseo de pacificar el frente político abierto por Arzalluz, nada garantiza que dé lugar a una pacificación duradera. Puesto que permanece el desacuerdo en tomo a la política antiterrorista, es muy probable que el PNV vuelva a utilizarla como pretexto en el futuro para justificar un endurecimiento de la tensión con un Ejecutivo que parece siempre dispuesto, en una negociación posterior, a garantizar una posición ventajosa. Es decir, la política de financiación autonómica de Aznar -en este caso, con la oposición poco disimulada de Rodrigo Rato- ha conseguido el logro nada desdeñable de conceder una posición ventajosa al PNV a cambio de un apoyo problemático e inseguro.

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