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Tribuna:LOS VIAJES DE UN SÍMBOLO
Tribuna
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La Dama cumple 100 años

El autor plantea el dilema ante las solicitudes de traslados de la Dama de Elche

Este año se cumple un siglo del descubrimiento de la Dama de Elche por unos trabajadores que creyeron haber desenterrado en la loma de La Alcudia la verdadera efigie de una reina. mora. La Dama es un símbolo y está de moda. Un símbolo ambiguo y fluido, que a los más diversos intereses conviene, pero que a todos escapa. Su silencio y ambigüedad son hoy nuestra riqueza.Mientras la Dama mira, apenas nadie parece ponerse de acuerdo. Un profesor americano, John Moffitt, afirma que es falsa. Algunos jalean al pretencioso libro. Otros, desde la responsabilidad académica, callan. Desconcertado, el ciudadano de a pie se pregunta si ese busto encerrado en la cárcel moderna del museo madrileño es ficción del XIX o si es una ficción más antigua la que, desde el consenso erudito, le otorgó carta de nacimiento ibérica. Paralelamente los políticos y los que en su derredor pululan. quieren exprimir el símbolo. Las tensiones entre poder local y central se estiran y aflojan. Se pide que la Dama viaje. Las razones divergen.

¿Por qué este valor inquietante y apasionado que otorgamos los hombres a determinados objetos como la Dama? Desde su descubrimiento en 1897, ella ha sido símbolo mudable de la incesante historia. La decimonónica Europa de las naciones exigía asentar las raíces prerromanas de sus pueblos. Francia había inventado ya un mundo galo; Alemania, la mitología germana; Inglaterra, a los druidas. Faltaba la identidad ibérica. Se necesitaba con urgencia una novedad como la Dama. En aquel clima de un fin de siglo de estímulos arqueológicos, el suelo de Occidente guardaba aún con celo sus mejores tesoros. En España, una oscura expectativa hacía presentir el hallazgo, lo anunciaba. Sencillamente, se encuentra lo que se necesita y el azar interviene en la selección. La Dama apareció oportunamente, cuando la España en quiebra política necesitaba más que nunca de unos orígenes en que arraigarse, los que concede la verdad de la tierra. La generación del 98 descubriría en las damas ibéricas, que evocó Azorín, el alma ancestral de España.

Al símbolo de la Dama contribuyó la mirada. extranjera. Un arqueólogo francés, Pierre Paris, la adquirió para el Museo del Louvre a los pocos días de su descubrimiento. Afirmó que sólo el cielo del Sena sería albergue digno de ella. La opacidad de una España transpirenaica y provinciana le restaría visibilidad ante los hombres. Se envolvió a la Dama en aromas exóticos. Los palmerales de Elche dilataban el paisaje de un Oriente que tanto fascinaba a la burguesía europea. La Dama sustituía a Carmen, pues añadía a ésta la dignidad y el arcano de un impreciso tiempo ibérico. La antigüedad ha sido siempre un don, un prestigio. Por entonces, Emil Hübner afirmó que la Dama resumía la dignidad de la mujer española de peineta y mantilla, dignidad que caracteriza tanto a la alta princesa como a la humilde pordiosera. Este sabio alemán del XIX habría constatado así ese "espíritu de perfecta independencia e igualdad que predomina en el ánimo y costumbres de los españoles" con que nos describió Metternich. Con la Dama de Elche se había descubierto el secreto de las más viejas raíces históricas de España.

La lejanía del Louvre estimuló la frustración y la nostalgia. La salida de la Dama ayudó a promulgar la ley que regulaba la exportación de obras de arte avitérico del patrimonio. Desde entonces, fotografías y dibujos han incluido el inolvidable busto de tres cuartos en enciclopedias escolares a lo largo de varias generaciones, fijando un estereotipo, configurando un subconsciente colectivo en tomo a la historia más temprana de España. Por cierto, esta visión sesgada no parece que fuera la antigua: el espectador ibérico se encontraría con los ojos de la Dama, incrustados en pasta vítrea, en su aparición preferentemente de frente. Las grandes rodelas servían para ocultar el rostro de perfil guardándolo.El símbolo viajaría, en moldes y ensonaciones, a América. En 1929, García Lorca, poeta en Nueva York, lo asoció con letra lírica al feliz hemistiquio de Rubén Darío: "Sangre de Hispania fecunda". Tras la guerra, Franco se empeñó en que la Dama viniera a España, junto a la Inmaculada de Murillo. No puede negarse el éxito de la gestión del dictador ante una Francia humillada por la bota nazi. Por cierto, en el invierno de 1941, el busto llegó en tren, lo escoltó la Guardia Civil y lo alojaron en un Museo del Prado entonces seguramente inhóspito y frío. Las heridas raíces del honor patrio se pudieron ver por fin, entonces, restañadas.Hoy el debate se reaviva desde la perspectiva autonómica y local, cuando se solicita con insistencia su temporal traslado. El Museo Arqueológico de Madrid, herencia de la institución decimonónica que. trataba de cohesionar la historia nacional desde los testimonios materiales del pasado, se encuentra uan te el dilema, de una Dama europea y una Dama de las nacionalidades autónomas, entre la tensión de lo universal y aquel cálido sentir local en tomo a su reina mora. La escultura se pidió, previamente para París, que celebrará los grandes fastos de los iberos el próximo otoño. Sabe mos que ella no irá allí, aunque muchos de los asiduos visitantes de estas muestras la sigan buscan do de nuevo desde la mirada múltiple de Europa.

¿Qué hacer con estas obras que trascienden su tiempo histórico ara convertirse en símbolos? La respuesta no puede venir sólo del arqueólogo, ni del político, ni del comunicador, ni del hombre de la calle, ni del erudito local, sino de un consenso, de un intercambio de pareceres que estimule la imaginación creativa en tomo al patrimonio material y, en especial, de esos objetos que las generaciones de los hombres damos colectivamente en llamar símbolos. Ello requiere un ejercicio delicado y flexible que enseñe a deslindar y jerarquizar los diferentes valores. Con imaginación creadora, el museo de Madrid ha brá de reencontrar, atrevidamente, su identidad. Con o sin la Dama, la inminente exposición parisíense brindará a Europa la ocasión de ponderar, con perspectiva amplia, la originalidad ibérica al observarla desde fuera. Nos conviene el ejercicio de la mi rada externa. La tierra nutricia de Elche, a su vez, aún alimenta los tesoros de un yacimiento excepcional que podrán, por sí solos, acrecentar los viejos pensamientos sobre la Dama dondequiera que ésta se encuentre.. Su divulgación la enriquecerá do sentidos.

Ricardo Olmos es investigador del Centro de Estudios Históricos en el CSIC.

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