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Los expertos plantean que la legislación que prohíbe la clonación humana es insuficiente

Las posibilidades que abre la oveja clónica de Edimburgo asustan a los políticos

La controversia en torno a Dolly, la primeta oveja clónica, obtenida a partir de una célula de otro animal adulto alcanzó ayer nuevas cotas en el Reino Unido y la UE, donde sendas comisiones se sentaron a discutir las implicaciones que este logro científico, obtenido en el Instituto Roslin de Edimburgo, puede tener para el futuro de la humanidad. En Londres, una recién creada Comisión Asesora en Genética Humana se reunió para elaborar un informe sobre las salvaguardas legales que existen en este país para evitar que la técnica de clonación sea aplicada en humanos.

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La Comisión Europea ha puesto también el tema en manos de expertos en genética mientras algunos, eurodiputados hacían ayer un llamamiento a los científicos para que dediquen su talento a investigar las enfermedades que, como el sida o el cáncer, son los verdaderos azotes de la humanidad. La presentación el pasado domingo en: Escocia del primer animal clónico creado a partir de una única celula de otro animal adulto ha abierto la caja de Pandora que encierra los misterios de la reproducción humana. lan Wilmut, el embriólogo del Instituto Roslin de Edimburgo que ha dirigido el proceso de creación de la oveja Dolly, nacida, en julio del año pasado, ha reconocido públicamente, la posibilidad de utilizar la misma, técnica para creaciones humanos. Como siempre e el terreno de la investigación científica, es el fin el que justifica los medios y lo que, Wilmut sugirió fue la posibilidad de que un embrión humano, producido con la misma técnica que Dolly, pueda usarse para trata miento del cáncer o de otras en fermedades mortales.

Idea absurda

Wilmut consideró absurda la idea de "copiar" un ser humano, pero reconoció que una célula humana adulta podría fundirse con un óvulo para crear un embrión de la misma forma que ha sido creado el embrión a partir del cual se ha desarrollado Dolly. Determinadas células de ese embrión podrían entonces ser extraídas y utilizadas para tratar una determinada enfermedad. En el proceso, el embrión moriría. Esta y otras hipótesis barajadas al calor de la existencia de Dolly llevaron el martes al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, a reclamar a la Comisión Nacional Asesora en Bioética, un panel integrado por 18 expertos, un estudio pormenorizado de las implicaciones del descubrimiento de los investigadores escoceses. La comisión dispone de tres meses para llevar a cabo el estudio.En Bruselas, la representante socialista alemana Dagmar Roth-Behrendt, pidió una moratoria internacional sobre clonación en tanto se desarrolle un estudio internacional sobre las implicaciones éticas. "Necesitamos legislación internacional. Si sólo tenemos legislación europea y los EE UU y Japón siguen con las clonaciones, no nos servirá de mucho".

En el Reino Unido la legislación aprobada por el Parlamento en 1990- prohibe la creación de clones humanos pero existen suficientes agujeros en la ley como para justificar la puesta en marcha de la comisión Asesora en Genética Humana que ayer se reunió por primera vez en Londres.

Colin Campbell, presidente del comité, reconoció que, de momento, los controles sobre clonación son muy estrictos "pero es necesario que se discuta este tema con la Autoridad de Fertilización Humana y Embriología para estar en condiciones de remitir al Parlamento el informe oportuno sobre si nuestras leyes y restricciones son adecuadas o no, porque si no lo fueran habría que pedir nuevas leyes".

Durante los últimos días, científicos y humanistas han alzado sus voces en el Reino Unido contra Ia nueva técnica desarrollada por el Instituto Roslin en colaboración con los laboratorios PPL Therapeuticas de Edimburgo, que se han quedado con la patente para poder utilizarla en diferentes proyectos. PPL Therapeutics, que ha visto incrementado su valor en la Bolsa de Londres en unos 25 millones de libras desde que Dolly saltó a los titulares de prensa, ha sido el blanco de numerosas críticas, por parte de quienes consideran que la investigación de los científicos del Instituto Roslin ha estado sobre todo al servicio de intereses económicos concretos.

Joseph Rotblat, Premio Nobel de la Paz, se sumó también a las voces de condena advirtiendo que la ingeniería genética puede convertirse en un medio de destrucción masiva.

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