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Las ONG y los propios niños reivindican en una cumbre mundial su derecho al trabajo

Todas las partes coinciden en Amsterdam en rechazar la explotación laboral

La Conferencia sobre el Trabajo Infantil, que se celebra en Amsterdam arranco ayer con unanimidad: una condena sin matices a las llamadas formas intolerables del trabajo de los niños. Pero frente a las posturas más inflexibles sobre la prohibición de cualquier tipo de trabajo en menores de quince años -mensaje mayoritarios entre las delegaciones oficiales- se alzaron las voces de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y de los representantes de los niños reclamando su derecho al trabajo, aunque, eso sí, siempre en condiciones aceptables y reguladas.

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Los cerca de 40 representantes de gobiernos, patronales, sindicatos y los portavoces de las organizaciones no gubernamentales, incluidos los propios niños trabajadores, coincidieron en condenar la esclavitud, los casos de servidumbre, la prostitución y las ocupaciones en sectores de actividades peligrosas.En el informe conjunto que ha preparado para la conferencia la Organización Internacional para el Trabajo (OIT) y el Gobierno de los Países Bajos que organizan la conferencia en el marco de la presidencia de la Unión, se calcula en 250 millones los niños entre cinco y 12 años que trabajan en el mundo casi 120 millones lo hacen a tiempo completo y al menos un tercio de ellos están empleados, en ocupaciones peligrosas.

El informe habla de decenas de miles de niños explotados en regímenes esclavistas y en trabajos forzosos, en muchos casos para pagar deudas familiares que se prolongan generaciones, recuerda el aumento de la pornografía y la prostitución infantil -un millón de niños en Asia- y advierte que el problema se está extendiendo a los países industrializados. Por regiones, en Asia es donde se encuentra el mayor número de los niños trabajadores de la OIT (60%), le sigue África con un 32% y más lejos Latinoamérica, cuyos niños trabajadores representan un 7% del total.

El problema no es exclusivo de los países en desarrollo. También se da en los países europeos, especialmente en el sur, y en los sectores de la agricultura, turismo, en los talleres de confección y en la mano de obra temporera y migratoria que emplean las grandes explotaciones agrícolas.

Aunque en búsqueda de una postura de consenso no se hizo ayer hincapié en la edad en que se prohíbe de forma radical el trabajo de, los menores -15 años según la OIT- algunos representantes gubernamentales abogaron por una erradicación total de los niños en el mundo laboral. No obstante, quienes viven más de cerca del problema, las organizaciones no gubernamentales y los propios niños defendían su derecho a trabajar.

Defensa al trabajo

Ana María, una adolescente nicaragüense de 17 años de edad, empezó a trabajar cuando tenía ocho años, ofreciendo su mercancía a quien la quisiera comprar por las calles de Managua. "La situación familiar era difícil y era absolutamente necesario trabajar", cuenta esta niña, que nació en el seno de una familia de ocho hermanos. "A los 13 años, junto a mi hermano más pequeño cambiamos el trabajo ambulante por el de la venta de" zapatos en uno de los mercados de la ciudad".A pesar de provenir de puntos muy lejanos la historia de su vida es muy parecida a la de Sawai, una tailandesa de su misma edad y a la de Lidjia, una brasileña de 15 años. Las tres empezaron a trabajar para subsistir cuando eran pequeñas y hoy militan desde sus países por los derechos de la infancia. Junto con otros cuatro niños procedentes de América Latina, Asia y África, reivindican en esta conferencia su derecho al trabajo.

Sus planteamientos de base, posiblemente porque lo han experimentado en sus propias carnes, son diferentes a los de los Gobiernos y las organizaciones internacionales. "No se puede abolir o prohibir el trabajo infantil porque en nuestros mundos resulta necesario, pero sí hay que cambiar las condiciones", precisa Sawai, que pasaba seis horas por día cosiendo camisetas en Bangkok antes de pasar a militar a tiempo completo en una asociación que defiende sus derechos.

Como adultos y tras intensas sesiones y discusiones, lograron arbitrar ayer una postura común. Reclaman su derecho a ser pagados justamente, a que se les garanticen unas condiciones mínimas laborales y que se reconozca el estatus de los niños trabajadores, a que se les deje organizarse para hacerse oír y a que no se les explote. Pero todo sobre una premisa, indiscutible: su derecho al trabajo.

El documento que mañana salga de la conferencia deberá servir como base para adoptar un nuevo convenio internacional sobre las llamadas formas intolerables del trabajo infantil, que podría estar en vigor en 1999, según manifestó la OIT. De momento a declaración final que ayer se discutía había logrado una fórmula bastante, consensuada aunque con algunos matices. Las ONG que trataban de colocar algunas enmiendas a la propuesta querían evitar la frase "debe haber una total prohibición del trabajo" y sustituirla por "debe haber, un compromiso para la eliminación del empleo de los más jóvenes" y añadía que "se conseguirá facilitando el acceso a servicios y prestaciones de alta calidad tanto para los niños como para sus familiares".

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