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Tribuna:LA ACADEMIA CONSAGRA A UN NOVEL
Tribuna
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El beso de Goya

Todos se besaron en el escenario, según marcaban un buen guión y una excelente dirección. Y, en la sala de prensa, en donde los periodistas aguardamos como en Hollywood cuando los oscars, sólo que a los premiados, aquí, les entendemos y, además, son los nuestros; en la sala de prensa, decía, todos aplaudimos cuando Santiago Ramos fue elegido mejor actor por su inconmensurable trabajo en Como un relámpago. La "hermosa gente del cine", como dijo Miguel Picazo al recibir el Goya de honor, es verdaderamente hermosa en ocasiones como ésta. Cuando, con ilusión y no poca ironía -esta última, uno de los aciertos del guión que interpretaron selectas parejas de actores-, se reúne para ensalzarse y, al propio tiempo,, comentar sus penas.Hubo donde elegir: los nervios y la emoción de Santiago Ramos, las contenidas lágrimas de Pilar Miró al dedicar a su hijo Gonzalo el Goya a la mejor dirección; los comentarios de Juanjo Puigcorbé y Carmen Maura, impecables conductores de la gala, sobre la primacía del fútbol y del cine norteamericano sobre el cine nuestro. Resultó estupendo el parlamento no menos caústico de El Gran Wyoming, y quedó elegante la intervención de Marisa Paredes y Fernando Guillén... Más las actuaciones de un Gabino Diego entrañablemente patoso y desafinado al cantar, creyendo que lo hace bien, Night & Day, y del delicioso dúo Ana Belén (vestida y peinada de los 70) y el cada día más interesante Miguel Bosé, interpretando, oh cielos, Tómbola.

Fue un alivio que el reparto de premios cayera equitativamente sobre tantos esforzados, y hasta el toque de diva intensa aportado por la eximia Aurora Bautista, vestida de Señorita Goyesca Escarlata, contribuyó a hacer de esta noche la mejor de cuantas han vivido los Goya, y a que pensemos que el futuro, como dijo José Luis Borau, presidente de la Academia en su discurso, abra una etapa en la que se comentan menos errores y más aciertos, aprendiendo del pasado.

Lo peor resuelto, aunque no importe gran cosa, es la entrada de personalidades, que unas se van por oriente y otras por poniente, demasiado dispersos para poder atender a los periodistas; los mimos, muy esforzados. y respetables, resultaban algo ramplones, en especial la miniatura que hizo de Goya viviente sobre pedestal.

Pero son éstas objeciones menores. Lo importante es que la hermosa gente del cine brilló anoche con la fuerza de su talento, con la intensidad de su paciencia. Qué bueno que existáis y que coexistáis, jóvenes y viejos, veteranos y noveles, regalándonos la gracia de soñar, que es lo que importa.

Que sea por muchos años.

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