Asalto guevarista a un símbolo neoliberal
Fujimori, "El Chino", mantiene contra viento y marea su política de duro ajuste económico
La Embajada japonesa en Lima ha sido el blanco de la ofensiva del guevarista Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), "porque Japón aplaurá al del presidente Alberto Fujimori que ha sumido a la población peruana en la miseria y el hambre", declaró el jefe del comando Hermigidio Huerta el pasado martes en el momento de la ocupación de la residencia del embajador de Tokio. En realidad, la operación del comando emerretista atacaba a un símbolo más que a una sumisión de los intereses de Perú a una potencia extranjera.El argumento del apoyo de Tokio a la "política neoliberal de Fujimori" no resiste a la realidad de las cifras. Si bien, tras la elección de Fujimori en 1990, Japón desbloqueó un crédito de 2.270 millones de dólares, cerca de 300.000 millones de pesetas, Perú se ha quedado en el segundo lugar de América Latina en cuanto a recepción de ayuda económica nipona, detrás de Brasil.
Los europeos son los primeros inversores extranjeros en Perú. La importante privatización de las telecomunicaciones fue, por ejemplo, confiada a Telefónica. El escaso compromiso de las empresas japonesas para invertir en el país andino puede confirmar esta tendencia. "Estaremos más presentes a partir de 1997 si la estabilidad en el país se mantiene", declaraba el presidente de la Cámara de Comercio peruano-japonesa en un salón de la embajada apenas 15 minutos antes de la irrupción del comando del MRTA.
Sin embargo, la razón de la elección del blanco hay que buscarla en las promesas de Fujimori en su campaña electoral de 1990. El hijo de emigrantes japoneses, apodado El Chino, alardeó entonces de que si resultaba elegido presidente iban a llover miles de millones de dólares desde las islas del Sol Naciente. Su primera visita oficial como jefe de Estado la realizó Fujimori a Tokio (la primera que un primer mandatario peruano efectuaba a Japón en 30 años). Fue un viaje más sentimental que rico en proyectos de cooperación.
La visita de Fujimori a la provincia de Kumamoto, en el sur del país -donde nacieron sus padres, que emigraron a América Latina hace algo más de 60 años, como hicieron numerosos japoneses para escapar a la miseria y al hambre-, fue la ilustración perfecta de los buenos sentimientos que albergaban las dos partes.
La comunidad japonesa en Perú no supera las 100.000 personas, y es la segunda de América Latina, tras Brasil (más de un millón de personas), pero no tiene un excesivo peso en medio de un país de 24 millones de habitantes.
Fujimori fue saludado como el primer jefe de Estado de origen japónes elegido fuera del archipiélago asiático. Pero eso, no sirvió para que llegasen los créditos prometidos por Fujimóri. Entre otras cosas, porque Tokio vincula cualquier ayuda a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Perú había venido negándose a pagar a los países acreedores desde 1984, mientras se encontraba sumido en una hiperinflación (700%) y asolado por la violencia política. Factores todos ellos poco atractivos para atraer a los inversores extranjeras.
El golpe de "Chinochet"
La respuesta del FMI a Lima fue clarísima: la hiperinflación sólo podía ser sometida mediante una política de ajustes estructurales implacable y que no era otra cosa que el programa propuesto por el rival de Fujimori en la campaña electoral, el escritor Mario Vargas Llosa.El Chino demostró entonces su capacidad de dirigir sin demasiados problemas de conciencia: licenció a su equipo económico, que procedía de la izquierda y la socialdemocracia peruanas, y aceptó todas las condiciones impuestas por los organismos financieros internacionales.
Frenado por el poder legislativo para poner. en marcha ese cambio de política hacía el neoliberalismo, y ante el hecho de que las cámaras le impedían gobernar por decreto y además amenazaban con destituirle, Fujimori decidió cortar por lo sano y procedió a un "golpe de Estado civil en abril de 1992, que se tradujo en la disolución del Parlamento, la suspensión temporal de las libertades y garantías constitucionales y el sometimiento del poder judicial. El Chino se convirtió en Chinochet para todos aquellos que no aceptaron la alianza entre el poder civil y el militar.
Todavía en nuestros días, Fujimori concentra toda la autoridad sin contrapesos. Los miembros del comando del MRTA han comprendido perfectamente esta situación al no aceptar otro interlocutor que Fujimori.
La cura de rigor liberal ha tenido graves consecuencias para la población. Pero la inflación ha sido yugulada (12% es la tasa prevista para este año), y, al mismo tiempo, el terrorismo, que parecía amenazar la existencia misma del Estado, parecía neutralizado en 1992 con la detención de los líderes del MRTA y de Sendero Luminoso.
En 1995, Fujimori fue reelegido triunfalmente, pero su tasa de popularidad ha entrado en caída libre un año después. Tras años de penuria y medio país en estado de emergencia, un peruano de cada dos vive aún por debajo del umbral de la pobreza.
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