Pekín presiona para que Scorsese suspenda el filme del Dalai Lama

Una película sobre la vida del Dalai Lama, que se está rodando en Marruecos bajo la dirección de Martin Scorsese y la producción de Disney, ha despertado las protestas del Gobierno de Pekín. Según portavoces de la productora norteamericana, se han recibido insinuaciones de las autoridades chinas, que proponen retribuciones si el proyecto se paraliza. "Tenemos el compromiso de distribuir el filme y vamos a hacer honor a él", ha comunicado Disney en un escueto texto para los medios.La película, que se llamará Kundun, ha contado con numerosos extras tibetanos llevados expresamente al sur de Marruecos para el rodaje. Seorsese pretende recorrer la vida del máximo líder espiritual del Tíbet, que se vio obligado a huir tras la invasión china y la anexión del Tíbet a su territorio en 1951. Se trata del primer proyecto de la productora con Scorsese y estaba prevista su distribución sólo en Estados Unidos.

La posición de Disney ha sido aplaudida por algunos medios de comunicación norteamericanos, como el influyente diario The New York Times, por no plegarse a la censura comercial encubierta bajo las recomendaciones del Gobierno chino. "La compañía Walt Disney ha demostrado que no admitirá la censura como pago por sus negocios en China o en ningún otro lugar", afirmaba el diario de Nueva York.

Existe el antecedente de las protestas de las autoridades chinas por los contenidos emitidos por satélite por los servicios informativos de la cadena británica BBC en el norte de Asia, en 1994. Murdoch decidió en ese momento cerrar la agencia para no arriesgar sus nacientes relaciones comerciales con Pekín.

Disney puede pagar un precio muy alto por esta decisión. La compañía había manifestado su intención de expandirse en el gran mercado asiático, que tiene cerca de 300 millones de niños, para vender no sólo sus películas sino todos los productos, como juguetes y cintas de vídeo. Disney había pensado también en China como posible lugar para un nuevo parque de atracciones al estilo Disneyworld.

The Independent / EL PAÍS