Sin hogar, sin tierra, sin familia
Los refugiados de vuelta a Ruanda, diezmados en sus familias, hallan sus propiedades ocupadas por otros
Para Magdalena Nyirandeme ha sido un agridulce retorno. Llegó a su pueblo, como miles de refugiados hutus ruandeses, con sus escasas pertenencias cargadas a la cabeza y sus nueve críos hambrientos. Sin embargo, en vez de encontrar al fin la tranquilidad, se enfrentó con más problemas. Un inmigrante tutsi zaireño vive en su casa. Magdalena no tiene adónde ir y tampoco dispone de medios de subsistencia. Sus hijos no han probado bocado desde hace cuatro días. Su marido, que trabajaba en la localidad vecina, fue asesinado por milicianos hutus en 1994 por simpatizar con los tutsis.
El de Magdalena no es un caso aislado, porque gran parte de los cientos de miles de refugiados ruandeses que están regresando a sus hogares desde Zaire se encuentran con problemas similares al tratar de rehacer unas vidas interrumpidas por dos años de guerra. La inmensa mayoría carece de lo más básico: comida, trabajo y un techo que les proteja.
Muchos refugiados han encontrado sus casas ocupadas por tutsis y sus tierras de labor cultivadas por otra gente; otros han hallado sus hogares saqueados o simplemente en ruinas a causa del abandono. Todos se quejan de sufrir la hambruna. No podrán sembrar a tiempo para evitar morir de hambre. La ONU tiene previsto distribuir alimentos de emergencia, pero aún no ha empezado.
A las calles inundadas de barro de Rugerero, a unos diez kilómetros de la frontera de Zaire, llegó el domingo una interminable fila de refugiados exhaustos y hambrientos cargando sobre ellos sus pobres pertenencias. El vecindario salió a recibirlos, y hubo abrazos emocionados entre miembros de una misma familia que no se habían visto desde hacía dos años. La población hizo lo que pudo compartiendo sus alimentos y ofreciendo a los sin hogar el suelo de sus casas para dormir.Aseterie Nyiramaraba, de 64 años, cuenta que después de dos días de caminar con sus tres nietos llegó a su hogar para encontrarse con otro viviendo en su casa. Dice que es muy anciana para armar un escándalo, y además su hijo, el único hombre de la familia, enfermó y murió en Zaire. Ha ido a vivir con sus vecinos y esperará que los ocupantes de vayan. Estos son refugiados tutsis zaireños que huyeron de su país de la persecución de las milicias hutus.Más complicaciones están aún por llegar, pues supervivientes tutsis del genocidio ruandés de 1994 han indicado que algunos de los culpables de las matanzas también han vuelto a Ruanda camuflados entre los cientos de miles de refugiados.
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