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Reportaje:

Neil Jordan abre la polémica con su películasobre el líder de la independencia irlandesa

El cineasta divide al público con 'Michael Collins', héroe para unos y terrorista para otros

Es lícito glorificar la figura de un hombre que utilizó con maestría la violencia con fines políticos? ¿Se puede juzgar la historia a través de un medio tan poderoso y tan poco apto para los matices como el cine? Preguntas como ésta han sido una constante en la prensa británica al hilo de la presentación internacional de Michael Collins, última película del director irlandés Neil Jordan, que rescata para la gran pantalla la peripecia del hombre que lideró la guerra de independencia irlandesa de 1919-1921 -el fundador del IRA para los británicos- a lo largo de seis años cruciales en la historia de la República de Irlanda (1916-1922). La polémica no ha hecho sino arreciar tras el estreno esta semana del filme en Dublín y en Londres.

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A uno y otro lado del mar irlandés la película ha levantado ampollas. En Irlanda porque aborda desde un ángulo nuevo y en cierto modo herético el nacimiento de la República y en el Reino Unido porque retrata un episodio incómodo para la autoestima nacional, sin escatimar imágenes de la cruel represión desencadenada para preservar el imperio colonial británico. Desde el principio, Neil Jordan supo que afrontaba una empresa difícil: reescribir la historia de Irlanda desde su propia óptica. Primero porque el periodo que aborda, desde el levanta miento independentista contra los británicos de 1916, conocido como Easter Rising, hasta la muerte de Collins, asesinado a los 31 años por sus propios hombres, en 1922 -el momento álgido de la guerra civil irlandesa que se desencadenó entre partidarios y adversarios del tratado anglo-irlandés-, está todavía abierto como una herida en la memoria colectiva nacional. Y segundo, porque la lucha de un sector del republicanismo por lo grar una Irlanda unida se mantiene en pie y ha causado más de 3.000 muertos en Irlanda del Norte durante los últimos 25 años.

El proceso de paz

Cuando Neil Jordan comenzó el rodaje de Michael Collins, el proceso de paz en Irlanda del Norte era una realidad llena de esperanza. Desde ese ángulo parecía una empresa más inocua reconstruir en la pantalla la personalidad de Collins (1890-1922) el hombre que firmó en 1.921 con el Gobierno británico el tratado que dio origen a la República de Irlanda, y también al problema de Irlanda del Norte, al quedar los seis condados del Norte bajo soberanía británica. Sus tácticas de guerrilla moderna para unos, de estricto terrorismo para otros, hicieron de él, según un reciente artículo publicado por The Times, "el más devastador oponente al que la policía y los servicios de inteligencia británicos han tenido que enfrentarse en tiempos de paz en este siglo".

Lo malo es que para cuando la película estuvo terminada, el proceso de paz era un cadáver más en la larga lista de víctimas provocadas por la "causa irlandesa". La estrategia de Collins y sus hombres, asesinando informadores y policías y golpeando en los flancos más sensibles a la potencia colonial, sonaba demasiado próxima en un país desgraciadamente acostumbrado a los estragos del terrorismo.

Los periódicos conservadores, especialmente el Daily Telegraph, arremetieron duramente contra un filme hecho en Hollywood, con dinero norteamericano, que se "permitía" juzgar al Imperio Británico y en el que, para mayor inri, aparecía la embajadora de Estados Unidos en Irlanda, Jean Kennedy Smith, interpretando un pequeño papel, como para dejar constancia de sus simpatías hacia la causa. Para completar el pastel políticamente correcto, Liam Neeson, glorificado por su papel de Oskar Schindler, en la taquillera película de Steven Spielberg, daba vida a Collins y la actriz Julia Roberts a su novia Kitty Kiernan.

Jordan, un director obsesionado desde sus comienzos -Angel y más adelante Crying Games- por los problemas de su país, ha podido al menos utilizar la plataforma de los periódicos progresistas para defender su vapuleada película. En The Guardian, el escritor y director de cine ha explicado las razones de la oposición irlandesa a la cinta. Un filme en el que no sale bien parada la causa de los defensores de una Irlanda unida a toda costa, representada por Eamon de Valera, padre de la República irlandesa, al que Collins culpa en tono sosegado de buena parte de los males, de la Irlanda de su infancia, un país apegado a un catolicismo casi fundamentalista.

En una reciente entrevista en The Independent, Jordan negaba con vehemencia que Michael Collins pueda representar ningún embellecimiento del IRA ni de la causa terrorista. "En Collins nos encontramos con un hombre, básicamente un militarista que llega a transformarse en un demócrata americano. Para mí es una transformación heroica y notable. De eso trata la película". A juicio de su director, no hay en Michael Collins el menor deseo de juzgar el presente o establecer un paralelismo entre los hombres que combatieron por la independencia nacional a las órdenes de su héroe personal, convirtiéndose en precursores del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y el IRA de hoy.

Las comparaciones con Gerry Adams, actual presidente del Sinn Fein -brazo político del IRA- le parecen fuera de lugar. "Pero si se insiste en compararles, entonces, yo diría que cuando se rompió la tregua [del IRA] este año, la respuesta de Collins habría sido dividir el movimiento republicano. [Adams] ha decidido seguir adelante con el proceso político". A Collins, su conversión al pacifismo le costó la vida. La historia le enseñó una cruel lección. Las armas son igual de mortíferas, defiendan lo justo o lo injusto.

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