Los que llegan sin padrino
"Las recomendaciones sólo sirven para acelerar el proceso de lectura, en ningún caso tienen vinculación con el veredicto", aclara Jorge Herralde, editor de Anagrama, antes de recitar una larga lista de autores que han conseguido publicar en su editorial sin más padrino que una buena prosa. Gabriela Bustelo, madrileña de 33 años, corrobora las palabrasde su editor.
Bustelo no siguió el consejo de un amigo vinculado a la literatura que le indicó, tras leer la obra; que la guardara en un cajón porque era muy frívola y que se fuera a Bosnia. Envió el manuscrito por correro a varias editoriales; algunas contestaron dándole buenas palabras y animándola a que siguiera insistiendo. Ahora, mientras acaba su segunda novela, anuncia que no sabe muy bien si tiene o no vocación literaria.
No es el caso de José Ramón Martín Largo, toledano de 35 años, quien tiene muy claro que lo suyo es escribir, aunque no viva de la literatura. Hace cinco años envió por correo a la editorial Alfaguara una novela que él define como compleja y cuyo protagonista es un personaje religioso que cree en la transformación de la sociedad y que, por tanto, está condenado a estrellarse. Añil, título del manuscrito, que Martín Largo sólo envió a Alfaguara, pasó todas las pruebas de lectura favorablemente. Por una llamada de la editorial supo que la obra se iba a publicar, pero en ese tiempo ya había escrito otra novela, El momento de la luna, de lectura "más fácil y de estructura más simple". Finalmente, por cuestiones comerciales, se publicó primero El momento de la luna.
Bustelo y Martín Largo son la excepción y ellos lo saben. Otros reciben unas líneas de consuelo.
Babelia
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