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Reportaje:

Los jóvenes inundan las editoriales

Los autores desconocidos recurren a la novela urbana y al mimetismo con los temas de moda en sus textos

Amelia Castilla

Algunos ya lo denominan como el fenómeno Mañas. Editores y lectores han abierto los ojos a una nueva generación de escritores para los que el libro antes no representaba nada. Las convocatorias al premio Planeta -se entrega mañana y se han presentado 389 novelas- el Nadal o Lengua de Trapo han alcanzado en esta edición récords históricos. Escuelas de letras, fascículos y guías de escritores aparecen como responsables del fenómeno. Los noveles que ven cumplido su sueño de escritores no llegan al 1%, pero eso no parece afectar a la producción literaria. El desaliento no es una característica de un gremio capaz de redactar hasta tres o cuatro novelas por año.Los españoles que aún no han pasado de los 35 años optan por la cosa rompedora de Loriga y Mañas; los que han desechado la novela urbana se decantan por la obra histórica; otros prefieren recrear El mundo de Sofía a la española, y los que se encuentran al borde de la jubilación novelan su vida. Una buena parte de los cerca de 100 manuscritos que llegan por correo mensualmente a cada una de las editoriales españolas siguen esas tendencias.

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Los que llegan sin padrino

Andreu Teixidor, director de Destino, constata que además de mucho se escribe de manera aceptable. "El nivel medio ha mejorado enormemente. Hay mucha gente que escribe bien; muchos son universitarios o han tenido alguna información y han leído", dice Teixidor. A juicio de este editor, las influencias van por el lado del mundo audiovisual y la música, pero no hay ni una estética ni una ideología dominante.

Al próximo premio Nadal se han presentado 530 manuscritos, 180 más que el pasado año anterior. El editor compara la furia por la escritura desatada este año con la de 1994, año en que José Ángel Mañas quedó finalista de este premio con Historias del kronen. "Me parece muy positivo que haya más gente que escriba o que intente aprender a escribir", dice tímidamente el autor de Historias del kronen, que ya va por la tercera novela.

De la recepción y criba de obras inéditas se ocupa un equipo de lectores. Exceptuando los que se rechazan con una simple mirada, de cada original se realiza un informe que pasa a manos del editor. Ellos tienen la última palabra sobre la publicación, pero son los lectores, cuatro o cinco personas por editorial, quienes los eligen.

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede identificarse por este signo: todos los necios se conjuran contra él". La cita de Johnathan Swift ilustra muy bien La conjura de los necios. Su autor, John Kennedy Toole, se suicidó creyéndose un escritor frustrado en 1969. Años después de su muerte, su madre consiguió que una editorial universitaria de Luisiana, cosa en principio muy poco prometedora para la consagración literaria, publicara la novela.

Su caso no es el primero ni el último. Nadie conoce la fórmula de una novela de éxito. Los editores coinciden en que en general se escapan muy pocas cosas, pero la historia de la literatura está sembrada de errores. Carlos Barral se pasó media vida lamentando haber rechazado publicar Cien años de soledad. Juegos de la edad tardía, de Luis Landero, pasó por las mesas de varios editores antes de que Tusquets la publicara. Y noveles tan en boga como Juan Bonilla han tenido que tirar alguna novela a la papelera.

Felisa Ramos, de 51 años, directora literaria de Siruela, tiene el valor de reconocer que por falta de tiempo llegó tarde a la publicación de una obra que luego fue Premio Nacional de Narrativa. "No había llegado a la página 30 y ya sabía que quería publicarla, pero cuando llamé al autor hacía tres días que había firmado con otra empresa de la competencia, y no era caso de insistir", recuerda. Los manuscritos llegados por correo en las últimas semanas se amontonan sobre una mesa de su despacho. Cada texto va acompañado de una carta de presentación. La primera ojeada la realizan dos colaboradores de Ramos. Los que se anuncian como inspirados por los extraterrestres o los que envían poesía a una editorial que no incluye la lírica entre sus publicaciones se descartan en una primera sesión. La regla de oro para Ramos es que dominen la sintaxis. Si hay sujeto, verbo y predicado se puede llegar hasta el último capítulo. Si hay consenso entre los lectores, Ramos guardará la novela en su bolso para leerla en casa el fin de semana. El lunes, de vuelta a su despacho, discutirá con Jacobo Martínez Siruela, el editor, la necesidad de publicarla. "Jamás he aconsejado la edición de un libro que no había leído, y no lo haré nunca", recalca Ramos.

Cuando tiene la seguridad de que una obra merece la pena le encarga a un novelista amigo que haga una última lectura. Ramos sabe por experiencia que el desconcierto no es bueno a la hora de la edición. Ramón Buenaventura, de la editorial Alfaguara, reconoce que el miedo a equivocarse preside muchas lecturas. "Los manuscritos que no se desechan inmediatamente son releídos dos y tres veces. Los que se descartan a la primera son devueltos con una amable carta", dice Buenaventura.

La tendencia actual entre estos autores pasa por buscar la complicidad con el lector. "En estos momentos nadie está experimentando ni haciendo literatura de vanguardia. El Ulises de Joyce tendría hoy serías dificultades de publicación", argumenta Buenaventura, quien reconoce que la mayor parte de las novelas que llegan por correo están escritas por menores de 35 años, pueden ser lo mismo de hombres que de mujeres, y en su mayoría llegan desde las grandes ciudades.

Muchos autores optan por mandar una copia a cada editorial, además de presentarse con lamisma obra a todos los premios literarios que pueden. Los hay también que junto al manuscrito y la carta de presentación envían una copia de la inscripción de la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual. "Toda novela, buena o mala, tiene una cantidad de horas de trabajo tremendas, y nadie es consciente de haber escrito un pestiño", asegura el director literariode Alfaguara, quien reconoce, como sus compañeros de la competencia, que teme el momento de decir que no a un autor, especialmente si se trata de alguien que llega recomendado por un amigo o por un escritor de éxito y hay quedarle le negativa cara a cara.

Marronceja y anodina

"La puerta era marronceja y anodina, y yo aún estaba a tiempo. Podía dar media vuelta y largarme. Pero mi dedo decidió hacerse el gallito y me desafió tocando el timbre". Cuando Susana Lijtmaer, directora literaria de Anagrama, leyó las tres primeras líneas supo que seguiría leyendo un poco más. Llegar a la página 175 no fue difícil. Veo, veo, la primera obra de Gabriela Bustelo, lleva un año en las librerías. Es uno de los pocos casos que consiguen superar la prueba. Como sus compañeros, Lijtmaer reconoce que leyendo unas pocas páginas te das cuenta de lo que te traes entre manos. Los cánones mínimos en Anagrama pasan por tener una visión original del mundo y que los textos estén bien escritos.Los autores consagrados también sufren la criba de los lectores, pero en su caso siempre suele haber un agente que se encarga de negociar la publicación. Ahora, lo que se lleva es vender la obra al mejor postor. Los que no optan por la subasta se mantienen fieles a una editorial. Editores, lectores y autores coinciden con Caro Baroja cuando aseguraba que España es el país donde más se escribe y donde menos se lee.

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