Hotel, pimiento regio, Madrid, Sofía
Una aventura de nuestros tiempos: almorzar en el buffet del hotel Tryp Président del número 570 de la calle Diagonal de Barcelona, degustando algunas de las 15 opciones para abrir boca, algún plato caliente, una fideuá que trata de tú a la reina del género, de Sitges, un postre ligero y, que nadie se pasme: el todo por 1.980 pesetas. El mismo día, en Madrid, la "cena de los 11 vinos" que cada tres meses los viticultores españoles ofrecen a un centenar de personas para la mejor salud y conocimiento y futuro del vino español; al tiempo, claro, los 11 platos correspondientes del restaurante Cuatro Estaciones y, como regalo "la música silenciosa del saber beber", de nombre Sofía, una mujer que incitaba a parafrasear aquel verso de José Bergamín dedicado al toreo de Rafael de Paula, pero con la ventaja de que la señorita / presidenta de los 11 vinos era música de verdad gracias a sus gracias y no a ritmos o ruidos enemigos siempre del blanco de Chivite o del tinto de Rioja Barón de Ley o la pizca de judiones a la madrileña que formaron parte de la pauta y de la música auténtica de la noche.Habían pasado 24 horas desde el inicio de la labor en Barcelona y ya el patriarca del restaurante Madrid de Medina del Campo (Valladolid), Emilio Campos, servía a sus dos clientes con delicadeza y medida, para no desafiar los peligros de la ruta, un bocado de jamón ibérico y otro de queso manchego blando para olfatear y a penas acariciar las papillas con una copa del vino sabio de las tierras del Duero, 5º año de Balbuena; hubimos de abandonar este templo de la vida y esperanza de la gastronomía castellana comentando el olfato que nos llegó de una mesa vecina, donde un cochinillo y una merluza "estilo casa" regalaban también la vista
- Más aventura: la reina de España, doña Sofía, inaugurando el teatro Municipal Bergidum de Ponferrada; ella alimentó su prudencia con un canapé mientras en el término municipal de Congosto, en la cúpula del llamado Monte Arenas, al borde de la carretera que dirige a Madrid, en el restaurante Azul Montearenas, podíamos habernos emborrachado de bacalao a la berciana, de repostería casera escrita con letra de oro, y más. Y de todo hubo... Pero redescubrimos los pimientos del lugar. Y un día haremos un libro de los pimientos asados y pelados, sin más. Y de los otros pimientos gemelos, pero ascendidos a la gloria en la tierra del mismo género: pimientos fritos picantillos. Hay que saber de este tipo de elaboraciones de arte para ser creyentes y humildes: en la sartén se echa una gota de aceite, pero no al tuntún, como salga, sino con el difusor, artilugio del conocimiento y del ingenio que propicia el esparcimiento de la grasa hasta casi evaporarla y, así el jugo del pimiento, en la sartén, lentísimamente, alcanza la categoría de una sabrosidad pura.
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