Respirar el cine
T al como están las cosas ahora, tanta es la morralla seudocinematográfica con que los íntrusos (son plaga) ofenden a los ojos de los devoradores de pantallas, que ya hay quien llama a las secciones retrospectivas los respíraderos. En la recíente Mostra de Venecia, que con excepción de cuatro o cinco películas dignas de ese nombre fue un martirio seguir día a día, programaron una retrospectiva de medio siglo de cine (cine de verdad) hijo de la generación beat. Era el respiradero de un festival literalmente irrespirable.Esta edición del Festival de San Sebastián está un Everest por encima de esa degradada última edición de la Mostra veneciana, pero aun así le hacen falta respiraderos propios, y los tiene. El cine genuino se devora a placer en ellos y es reconfortante descubrir que, a caballo entre el mudo y el hablado, se hacían películas de una contemporaneidad y de un tan lúcido vigor introspectivo de estos opacos tiempos que ahora corren que medio siglo después es el verdadero cine de ahora, porque es de siempre. Es el caso del oscuro, inmenso, humilde, tierno Tod Browning, el mago de Muñecos infernales, que deja hecho unos zorros a todo el cine de efectos especiales de ahora: el irónico desvelador del truculento y adorable Bela Lugosi de Drácula y sus secuelas; el genio delicado y macabro de aquel prodigio titulado Freaks, que aquí retitularon con exceso de obviedad La parada de los monstruos, uno de los instantes incontestablemente sublimes de un siglo de imágenes con frecuencia toscas o rastreras. A su lado, todo el actual regusto por la truculencia, tan de moda, se queda en asunto de simples aficionados al mal gusto y a la evidencia escatológica.
Poeta del humor
Aquí está, como respiradero, la obra completa, o lo que queda de ella, de este portentoso poeta del humor y las tinieblas. Sus orígenes se alargan hacia atrás, hacia los comienzos y raíces del cine como arte y como lenguaje. Es un fundador cuyo aprendizaje se remonta al Hollywood de 1914 y que llegó -tras una larga experiencia en el cine silencioso a la plenitud de aquellas películas habladas de los años treinta a las que nos referimos, y que conforman hoy una cumbre del arte contemporáneo, cada día más resistente a los vientos de la erosión. Y quien aquí se sienta estragado de memez y de modernez que acuda a esta antigualla para aprender lo que es cine vivo, no perecedero, respirable a pleno pulmón.
Un espléndido libro de David Skal y Elías Savada analiza la peripecia de este inolvidable pionero intacto. Es un regalo recuperarlo, acompañado de centenares de páginas que prolongan la respiración del bello celuloide en blanco y negro de Browning en magnífico papel enamorado, inteligente y (justificadamente) reverencial.
Babelia
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