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Los Quince aplazan las represalias contra EE UU por la Ley Helms-Burton

Xavier Vidal-Folch

XAVIER VIDAL-FOLCH ENVIADO ESPECIAL, Los Quince hicieron ayer un gesto en favor de la reelección de Bill. Clinton como presidente de Estados Unidos. La Unión Europea (UE) esperará a poner en práctica las represalias contra EE UU por la Ley Helms-Burton, que refuerza el bloqueo a Cuba, a que se celebren, el próximo 5 de noviembre, las elecciones presidenciales norteamericanas. Es la "actitud inteligente", manifestó el presidente de la Comisión, Jacques Santer, al término de la reunión del Consejo informal de ministros de Asuntos Exteriores.

El ministro alemán Klaus Kinkel lo había insinuado el sábado, al sugerir que la UE "debería presentar" en este asunto "una postura discreta, hasta las elecciones norteamericanas". Pero hasta ayer no fraguó este cálculo de probabilidades. "Una vez se hayan celebrado las elecciones, quizá el Congreso [de EEUU] esté dispuesto a considerar los argumentos en que se basa la oposición, no sólo de la UE, sino también de México y Canadá", a la Ley Helms-Burton, explicó Santer. El presidente de la Comisión fue el único en confesar claramente el aplazamiento.El anuncio en solitario del plazo obedecía a un reparto de papeles, porque en realidad todos estaban de acuerdo. "No desesperamos de que en los próximos meses los estadounidenses, tomen conciencia de la unánime determinación europea contra la ley y saquen las consecuencias oportunas", dijo florentinamente el francés Hervé de Charette.

Otros, como el español Abel Matutes, recordaban que la Helms-Burton no fue obra de Clinton, sino de los republicanos, y que el propio presidente, antes de verse obligado a refrendarla, ya "advirtió al Congreso de las dificultades que se avecinaban porque violaba la legalidad internacional", por lo que resulta justo ofrecer un balón de oxígeno a Clinton y no entorpecer su campana. Las legislativas y presidenciales "pueden cambiar la situación".

Junto a esta lógica expectativa de que Washinton modifique su actitud se mezclaron argumentos débiles. Uno lo enarboló el italiano Lamberto Dini: "Es inútil apretar ahora, porque Clinton ya suspendió durante seis meses la entrada en vigor del título III de la ley, el que permite a las empresas norteamericanas pleitear ante los tribunales internos contra las compañías europeas que trafiquen con bienes que hubiesen sido propiedad, antes de la revolución, de ciudadanos americanos". Inexacto: los restantes capítulos de la ley -como el título IV, que restringe los visados a empresarios europeos- están ya en vigor.

Otro lo planteó Matutes. Para las empresas españolas, "hasta ahora, los efectos prácticos negativos [de la ley] han sido... ninguno", dijo. Falso: la cotización de las acciones de Sol-Meliá cayó ante el anuncio de que se le aplicaba la ley. El último lo esgrimió Santer. Según él, "falta tiempo para estudiar" las represalias. Pues no es así. El reglamento comunitario antiboicoteo, que permitirá a las empresas europeas perjudicadas resarcirse con activos de las compañías norteamericanas litigantes, está ya redactado, y se le ha añadido en el apéndice la Ley D'Amato, que castiga a quienes inviertan en Irán. La Comisión lo aprobó en julio. Nada impide su puesta en vigor. Y algo parecido ocurre con el recurso ante la Organización Mundial de Comercio. Eso sí, el aplazamiento permitirá coordinarse con otros afectados, como México y Canadá, y pactar la reciprocidad. Así, una empresa europea podría resarcirse con patrimonios estadounidenses en esos países, y a la inversa.

¿Responde el aplazamiento a alguna razón oculta, esconde una marcha atrás? ¿U obdedece sólo a la voluntad de echar una mano a Clinton, intentando a la vez evitar un enfrentamiento que, a lo mejor, se disuelve por sí solo? Todos se mostraron unánimes en la condena de las leyes extraterritoriales y en el compromiso de aplicar las represalias. El más pro norteamericano, el británico Malcolm Rifkind, fue tajante, postulando la unanimidad como "una señal clara sobre Cuba, porque Washington ha elegido el camino equivocado". "Nuestra determinación unánime no es de fachada", ratificó el francés Hervé de Charette. "No hay necesidad de quemar ninguna etapa porque el calendario no es urgentísimo", alegó Matutes.

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Un botón de muestra de esta firmeza es la bofetada que los Quince acordaron seguir propinando al embajador especial de Clinton, Stuart Eizenstat. Sólo discutirán a fondo con él sobre la transición en Cuba cuando Washington levante su espada de Damocles. O de Helms-Burton.

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