Hay que pendonear más, niña
La Traviata es, dicen, la ópera más representada de Verdi. Tal honor le es concedido por dos motivos: por la enorme calidad de la música y por el enorme gancho del asunto.Al buen burgués -siempre dispuesto, por definición, a hacerle el salto a la señora- le encanta ver putas en el escenario (pecado de pensamiento a falta de otro mejor) y si la historia va de pelanduscas de postín, delira. En el fondo, La Traviata es la transposición y adaptación al mundo burgués del mito evangélico de La Magdalena, la gran puta arrepentida que se redime por amor. De ahí, el gran atractivo de la obra para el público: primero goza, simbólicamente, de la mujer prohibida y después, el muy hipócrita, se da el gustazo de perdonarla.
La Traviata
De Giuseppe Verdi.Intérpretes principales: Ainhoa Arteta, Walter Fraccaro, Carlos Álvarez, Francesca Roig, Ricardo Muñiz y Pedro Farrés. Orquesta del Festival de Peralada (Orquestra de Cadaqués). Poro Gioacchino Rossini de la Opera de Bilbao. Dirección musical, Marco Armiliato. Escenografía, Carles Cugat. Vestuario, Rosa García. Dirección escénica, Luis Iturri. Producción del Teatro Arriaga de Bilbao. X Festival Castell de Peralada. Auditorio de los jardines del castillo. Peralada, 2 de agosto.
Ainhoa Arteta, la protagonista de La Traviata presentada en el Festival de Peralada en una producción muy correcta y digna, procedente del Teatro Arriaga de Bilbao, olvidó que La Magdalena, para poder ser una gran arrepentida, primero tuvo que ser una gran puta y en este sentido quedó muy elegante y sofisticada pero un poco corta.
En el marco de la gerontocracia que domina el canto, Ainhoa Arteta, con sus 31 años y su bello palmito podría ser una Violetta Valery que arrasara pero se hace demasiado la estrecha. En el primer acto, cuando ella ejerce el oficio, hace falta más desenvoltura y desparpajo. ¡Para hacer de Traviata hay que pendonear más, niña!
Otro asunto es la voz, Arteta canta con estilo, línea y buen fraseo pero administra demasiado la voz, no la proyecta bien y no corre el menor riesgo. Ella quiere, con buen criterio, conservar el instrumento, y tal como la cuida podrá cantar Traviatas hasta los 100 años, pero para que La Traviata luzca hay que mojarse un poco más, especialmente en el final del primer acto, que le quedó soso. En el segundo, en cambio, mejoró considerablemente. Si Ainhoa Arteta quiere inscribir su nombre en la gloriosa lista de grandes arrepentidas tiene que echar más carne en el asador en sentido estricto y figurado.
Quien sí estuvo sensacional, de voz, de pose, de estilo, fue Carlos Alvarez. Su Giorgio Germont es de los mejores que se puedan imaginar en este momento, puede llevar el papel a donde le de la gana con absolutas garantías de éxito. Walter Fraccaro resultó muy plausible como Alfredo, valientemente intentó el agudo -que muy pocos tenores se atreven hoy en día a hacer en escena- en el final de O mio rimorso y le quedó muy arrugadito, pero globalmente pasó muy bien por el papel.
Bien los comprimarios y el coro y muy buen rendimiento de la Orquestra de Cadaqués. Regular el maestro Armiliato que tuvo problemas para cuadrar el foso con la escena.
En el inicio del cuarto acto empezó a llover, el maestro Armiliato ordenó la interrupción de la representación. Esperamos cinco minutos para ver si amainaba. El trompa de la orquesta mientras tanto interpretaba una sentida y lánguida versión para trompa del Over the rainbow muy adecuada al caso. No amainó y en esta ocasión La Traviata se murió antes de tiempo y de un resfriado en vez de hacerlo de tisis como está mandado.
Babelia
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